La disyuntiva de los elegidos

Alberto Bejarano Ávila

El 27 de octubre elegimos a quienes “regirán nuestros destinos hasta 2023”. Escogí lo mejor que pude, pero aun dudo si mi voto será útil y por ello seguiré vinculado a la cofradía virtual de los escépticos informados donde procuro oxigenar el espíritu crítico y ejercer mi derecho a la propuesta; por ello espero que los elegidos no alarguen más la historia de trivialidades y corruptelas y opten por ser genuinos agentes de cambio. Con una resumida retrospectiva de cinco décadas del siglo XX y dos del XXI expongo por qué los elegidos no deben prolongar la histórica y regresiva forma de hacer política y de gobernar.

Recuérdese que en ese tiempo los tolimenses perdimos la perspectiva del futuro; veamos varios porqués: se aprobaron cerca de 22 planes de desarrollo para el Departamento y cada municipio que siempre fueron letra muerta y no guía de acción; más de 24 gobernadores y 24 alcaldes en cada municipio prometieron modernidad, progreso, equidad y hoy todo sigue igual; perdimos la memoria histórica, la seriedad programática, el consenso y los auténticos liderazgos; la palabrería trivial reemplazó la reflexión, la cordura y la coherencia; el politiqueo y la tecnocracia nacional arruinaron las ideas de región porque amenazaban al centralismo.

Elegimos decenas de parlamentarios de cuya labor, salvo sus pensiones, nada sustancial se conoce; nunca tuvimos un proyecto político de región; carecemos de peso político nacional; la labor del político se redujo a la simple intermediación con los poderes centrales; elegimos miles de concejales y cientos de diputados, de todas las banderas, que juraron hacer severo control político e higienizar la gestión pública; aún imberbes, políticos y gobernantes usaron la falacia populista para ocultar que en su cabeza no cabían sus municipios y menos la región y dijeron ser relevo generacional por ignorar que en política “la viejera” no se mide por años cumplidos sino por el anquilosamiento mental (hay políticos viejitos menores de 35 años).

Anunciaron miles de iniciativas novedosas que nunca fueron realidad o ni siquiera frenaron un poco el atraso; exaltaron, a veces con jactancia y sin examen crítico, tesis no válidas para nuestra realidad; cayeron en la falta de originalidad y el exceso de vacuidad; poco supieron de potencialidades que, para vergüenza, otros si conocen y explotan y de ahí que en el “tour del desarrollo” disputemos el “farolito” con regiones más pobres; la percepción artificiosa, la arrogancia y la grosería fueron armas para combatir la crítica racional.

Quien otorga razón a esta lectura retrospectiva entiende por qué la creciente mala fama de gobernantes y políticos y de ahí mi comedido ruego a la “generación político-gubernativa” que ejercerá del 2020 al 2023 a cambiar las insanas conductas políticas y trazar otra hoja de ruta para el Tolima. No seré aguafiestas por decir que si ustedes no rompen tan vergonzosa tendencia, en el 2050, sus hijos, nietos y bisnietos, harán un balance similar o más cáustico de tres décadas anteriores. Como eso no sería justo, ustedes tienen la palabra.

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