Ilegitimidad, falacias y acomodos

Alberto Bejarano Ávila

Al certero análisis de Guillermo Pérez, el domingo anterior (“Ecos Electorales”), de las cifras logradas o conexas de las elecciones del 27 de octubre en el Tolima e Ibagué se suman otras miradas no menos atinadas de las cuales se colige que, al balancear la abstención y los votos en blanco, nulos y efectivos, debería sonar la alarma de la ilegitimidad para gestionar bienes públicos. Si alguien fue elegido con solo un poco más del 11% del potencial electoral y a ese índice, que ya lo dice todo, le restamos los votos que pudieran haberse obtenido con billete, tejas o cemento, entonces tenemos un vasallaje medieval y no una democracia deliberativa.

A esta aberración democrática se suma el razonamiento de los apologistas del clientelismo, muy sagaces ellos, que arguyen que el conservatismo rescató el poder que estaba en manos del liberalismo y que ese fue un histórico giro político y más grave aún es que ciertos agentes de opinión difundan tal falacia sabiendo que esos y otros remedos de partido son fantasmas con personería jurídica, cuyas sábanas sirven de paraguas a mesías y caciques que agregan “ismos” a sus apellidos para que parezcan tendencias ideológicas, pero que jamás fueron ni serán, portadores de ideas superiores para alcanzar el desarrollo del Tolima.

Por si faltara algo, el “centro” parece ponerse de moda y la primera impresión es que ahora allí buscan acomodo quienes (buenas personas algunos) no pudieron graduarse de caciques o caudillos.

Creo que el “centrismo” es grave error de percepción de los tiempo del cambio, pues esa categoría es parte de una triada, supuestamente ideológica, llena de anacronismos y, por tanto, aunque pareciera indicio alentador, emigrar hacia el “centro” no es justamente decisión de cambio, pues lo más probable es que cuanto allí confluya tenderá a torcerse por el peso de los intereses de derecha y de izquierda (hablo del contexto regional) que hoy no son sociales, sino personales o grupales, o ingenuos, como es el caso de los líderes éticos.

Reitero que en la región urge un giro de 180º y que ello sólo es viable con una visión política cuyos fundamentos esenciales sean: uno, la reconstrucción moral y de conciencia histórica del territorio (identidad) y la definición de premisas autonómicas (ojo, no separatistas), de soberanía sobre sus recursos naturales y otros rasgos de un estado federado, como podría ser Colombia si, iniciando en el Tolima, se originase un big bang de regiones. Dos, la creación de un aparato político tolimensista basado en la construcción moral, identitaria e ideológica que aglutine la diversidad, la inteligencia y la buena voluntad de los tolimenses que vivimos en “nuestro territorio” y la diáspora (el Tolima virtual) que mucho puede ayudar al progreso.

Solo así tendría fundamento moral y consistencia ideológica una plataforma programática tolimensista para construir progreso, peso político y liderazgo nacional y los poquitos, pero buenos y decentes líderes políticos, hoy seducidos por arcaísmos, encontrarían un nuevo y anchuroso espacio para convertirse en legítimos y respetados personajes históricos.

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