Tiempos de cambio, nuevos propósitos

Alberto Bejarano Ávila

Acaba un año cronológico y un cuatrienio gubernativo y llega nuevo año y nuevo cuatrienio que alientan nuestros sinceros deseos porque los anhelos y planes de todos los tolimenses sean logrados plenamente y que el Tolima, espacio territorial donde todos integramos una sociedad que merece mejor destino, halle el esquivo camino del progreso.

Sin duda es en la dinámica constructiva del desarrollo donde se origina la simbiosis de la realización personal, familiar y territorial, juicio que supone una obvia interdependencia: si el Tolima progresara, todas las personas podrían hallar oportunidad de emprendimiento o empleo y si todas las personas pudieran hacer empresa o encontrar empleo, el Tolima sería una región próspera.

Por lo que escribiré me podrían culpar de politizar el espíritu decembrino, pero siendo cierto que 2019 acaba con indignadas marchas, cacerolazos y exigencias de cambios estructurales y políticos frente a hegemonías que abusan del poder para crear infortunio, desigualdad y odio entre colombianos, también es cierto que existen justos motivos de indignación contra prácticas políticas que hicieron del Tolima una región moralmente pobre, económicamente atrasada y socialmente fragmentada y escéptica, verdades que aceptamos en voz baja y que ahora, tiempos de cambio, el carácter, el talento y la unidad tolimense deberían encarar.

Asegurar un mejor futuro para nuestros hijos exige superar la mediocre racionalidad de la hegemonía política giratoria que con sofismas de parquecitos aquí, puentecitos allí, obritas allá, pavimentico acullá, acortan el sentido y la visión del progreso. El cambio de lógica debe ocurrir en la capital y cada municipio e iniciaría con el rechazo de la narrativa egocéntrica y hueca, ej., que “Ibagué pasó de no tener nada a contar con una gran proyección”, una fábula que ofende la inteligencia e inocula en la psicología social tolimense el “síndrome de la rana hervida”, basado en la premisa de que en agua tibia (la inercia) la rana no percibe el peligro (la mentira), se va adaptando a la ebullición (el atraso) y muere cocida (la desesperanza).

Creo que es hora de ponernos serios para que en el Tolima empiecen a aparecer signos que informen la ruta del progreso y para ello sugiero poner algo de buen ají político a la familiar tradición del brindis, las uvas y la lista de deseos, picante que consistiría en que en el ritual de fin de año y como gesto de hermandad tolimensista, al listado de propósitos agreguemos el de hacer del 2020 año de emancipación de la tiranía del politiqueo y de diálogo informado y continuo para que todos seamos protagonistas del desarrollo y renunciemos a ser “chivos expiatorios” caídos en pecado por venerar falsos preceptos de falsos ídolos.

La sugerencia es insólita, lo sé, pero más insólito es ver pasar sucesivos cuatrienios oyendo promesas cínicas, fantaseando con el progreso y tolerando el atraso, sabiendo de entuertos, sufriendo incertidumbre y sintiendo impotencia al ver cómo, en su terruño, los jóvenes cada día tienen menos oportunidades dignas de realización moral, familiar y profesional.

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