Semillas de desarrollo

Alberto Bejarano Ávila

Hasta donde mí razonable escepticismo lo permite, al escribir intento hacerlo con sindéresis y sin injuriar a nadie en su fuero íntimo pues creo que, en gran medida, la torpeza de quienes dicen gestionar el desarrollo es la resultante de una pseudo cultura que a todos nos arropa, nos impide ver otras perspectivas de vida y nos mantiene a la deriva y a merced de los malos vientos.

Desde luego que a veces me veo tentado a hacerle caso a quienes aconsejan acerar, acidificar y personalizar la crítica, pero me abstengo y continúo buscando más las causas de los problemas que los agentes patógenos que los propagan.

Con una analogía agraria digo que la semilla de desarrollo que hoy sembramos en el Tolima es transgénica o modificada con genes extraños (desarrollistas y monopólicos) y no semilla tradicional aclimatada en la identidad territorial y la conciencia social.

Los sembradores de injusticias sojuzgan y frente a ellos el Tolima solo responde con liviandades o divagando con grandes negocios y loando mediocridades, es decir, por falta de sentido histórico-territorial, los días transcurren en ambigüedades teóricas, tirrias y acciones insustanciales. ¿Porqué no nos atrevemos a cultivar desarrollo con buena semilla, unidos y echando azadón?

Ante la catástrofe en la Amazonía y en muchos lugares de Colombia y el mundo, se dijo que es efecto de la elemental idea del progreso que tienen un Bolsonaro o un latifundista, gente que solo ve vacas y maderos y no futuro. Pues bien, la apocalíptica práctica del poder genera una lucha entre inconscientes y conscientes socialmente, lucha que siempre pierde la gente consciente porque solo apela a la protesta y la denuncia (legítimas y necesarias) y se resiste a admitir que ante el grave daño socio-ambiental, además de airada protesta, igual procede el tesón para construir realidades deseadas en sus territorios. ¿Enredada la cosa?, tal vez.

Frente a la polarización, la sucia política nacional y los problemas globales tengo posiciones propias, respeto las ajenas y podría terciar en debates al respecto, pero como tolimense no contribuiré a que esas posiciones nos dividan, pues solo unidos podremos encarar nuestros propios retos. Son recios los vientos de cambio que percibimos en Colombia, pero lo mismo no podemos afirmar del Tolima y, como trágico y vergonzoso sería que el país avanzara y la región siguiera reculando, sensato sería entonces dialogar sobre cómo rehacer el significado de nuestra identidad social, económica y política. Semilla nueva para tiempos nuevos.

Desde esta tesis, los tolimenses podríamos entender, si la politiquería deja, que es necesidad y deber denunciar y protestar para afirmar la conciencia del buen vivir y, a veces, para frenar temporalmente algún abuso, pero sin olvidar que solo un desarrollo incluyente solucionaría nuestros graves problemas materiales, sociales y morales, que nuestro territorio es espacio ideal para construir progreso social, económico y ambiental y que solo nos falta construir el andamiaje teórico del desarrollo regional.

De ello pronto algo sugeriré. ¡Feliz 2020!

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