Angelino, el “alter ego” del Presidente

Angelino Garzón, el vicepresidente, está en una situación difícil: es un hombre que viene de abajo, de origen humilde, que se ha destacado en la lucha sindical y que el país lo conoció ­desempeñando ese rol.

Pero eso implica también que ha adquirido unos compromisos muy serios con su clase social a la cual pertenecía, pues, de lo contrario, lo tildarían de traidor a su clase, como ya lo han hecho. Así que no desperdicia oportunidad para mandar mensajes a los suyos demostrando que no se ha olvidado de ellos y que estén allí a la espera de las oportunidades, para que la situación de la clase mejore.

De otra parte, el Presidente lo utiliza en el Gobierno para que no se le olvide que él también tiene su matiz de izquierda y que la sola presencia de Angelino en el Gobierno le está diciendo a todas horas que en su agenda no se pueden olvidar de los avances sociales.

Por ese lado, el Presidente no se puede quejar, pues su despertador funciona tal como lo había planeado. Ahora, lo que sí no sabemos es hasta qué punto ese mecanismo lo pueda manejar y no lo desborde, como lo desbordó en su época a Ernesto Samper con su vicepresidente, De la Cal­le, al cual terminó por declararle la guerra.

Pero también existe otra razón y es la de hacer crecer a Angelino como posible candidato presidencial suyo, para evitar que Vargas Lleras se le crezca demasiado y de pronto lo deje a un lado, como ha ocurrido en el caso suyo, que dejó a Uribe en el camino. Se trata pues, de hilar muy delgado, al filo de la navaja, cosa en la que es experto el Presidente. Porque si existe alguien bien marrullero es el Presidente, con su sonrisa sibilina, entre giocondana y maquivélica.

En el actual debate sobre la pobreza, Angelino metió baza con el convencimiento de que sacaría de allí dividendos como abanderado de las clases populares, cosa que le serviría luego para la candidatura presidencial, o por lo menos, para ir al Senado. En todo caso, el presidente Santos sabía de antemano en qué palo trepaba y si se arriesgó a jugar la carta de Angelino es porque cree que la puede manejar.

Ahora, si se le pone muy díscolo, lo mejor es que lo mande a una embajada y allí lo aplacaría un tanto. Pero ¿qué tal que Angelino no aceptara el nombramiento para la embajada y decidiera quedarse en su cargo, dándole lata al Presidente y como a él no lo puede despedir como a cualquier Ministro, pues fue elegido popularmente, Angelino haría lo que le dé la gana? Difícil la cosa para el Presidente. Pero también, si Angelino no hace ese papel, se quema y ahí sí definitivamente sus viejos amigos lo tildarían de traidor irredento.

Credito
RAÚL PACHECO

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