De Laureano a Mariano y de Uribe a Santos

Por los años 40 del siglo pasado el liberalismo estaba dividido entre gaitanistas y turbayistas. La lucha era enconada. En las paredes de las ciudades se leía el graffiti, “turco no,” para referirse a Gabriel Turbay y Gaitán era el “negro” Gaitán.

Y como se trataba de dos ejemplares muy dueños de sí mismos, que buscaban sus jefaturas sin padrinazgos, tanto Alfonso López como Eduardo Santos, los viejos jefes de la tribu, se hicieron a un lado y dejaron que los dos se acabaran entre sí.

Esta circunstancia fue aprovechada por Laureano Gómez para lanzar candidato presidencial del conservatismo. Todo indicaba que el candidato natural era él, por ser el jefe del partido, pero la ocasión no era propicia y eso lo vio claro Gómez. Así que decidió jugarse la carta de Mariano Ospina, quien en ese momento era un simple hombre de negocios, que si bien es cierto llevaba los apellidos de dos expresidentes, su relevancia política no era     mayor.

Y Laureano creyó que Ospina le guardaría la espalda y se convertiría en un simple amanuense suyo en la presidencia y le entregó toda la confianza. Pero bien lejos estaba Laureano de saber que Ospina se las traía y en el gobierno empezó a asentarse y a labrarse una jefatura, bien acompañado de su esposa doña Berta, quien revólver al cinto defendió el palacio el 9 de abril cuando mataron a Gaitán. Con el paso del tiempo, Mariano se convirtió en el jefe del unionismo u ospinismo y se dividió el conservatismo entre ospinistas y laureanistas. Y todo empezó como empieza ahora la lucha encarnizada entre uribistas y santistas.

La historia se vuelve a repetir, ahora por los predios del partido de La U, que prácticamente es el liberalismo en pleno. Uribe creyó que Santos seguiría al pie de la letra el credo uribista y le entregó su confianza y lo ungió como su heredero. Y Santos no hacía otra cosa que mostrarse sumiso como una oveja, manso como una paloma, y entró a ganarse la candidatura presidencial y a convertirse en el continuador de la obra de Uribe. Pero qué desilusión. Apenas se posesionó Santos nombró un gabinete curtido de enemigos de Uribe y le fue dando a su gobierno un sello personal.  Reversó  la política internacional, sembró semillas para la paz y como si fuera poco, empieza a darle  un  cierto viraje hacia la centro izquierda con sus casas gratuitas y su lenguaje de “traidor a su clase social”.

Uribe ya no tiene nada qué hacer y se dedica a trinar contra Santos. Hoy el liberalismo está dividido, como lo estuvo en su momento el conservatismo. Esta lucha así planteada es más violenta que la nacida por razones ideológicas, porque el rencor es la base de la acción. De ahí que se encuentre el mismo rencor en las columnas de José Obdulio Gaviria y de Londoño Hoyos y en el lenguaje de Álvaro Uribe y del ex comisionado de paz Luis Carlos Restrepo. Es el mismo lenguaje laureanista del rencor, ahora actualizado.

Credito
RAÚL PACHECO BLANCO

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