Navidad de todos los colores

La Navidad es una de las tradiciones de origen cristiano con mayor aceptación global. Como en la vida cotidiana, no se necesita ser de esta familia para recordarla y unirse a su celebración de cumpleaños con mensajes de paz y amor, pero indiscutiblemente no se puede celebrar un cumpleaños ajeno si uno no simpatiza al menos con esta familia.

Ciertamente el comercio no inventó la Navidad, pero sí hemos contribuido a divulgar su mensaje, por razón de nuestro oficio, tanto o más que los predicadores de todos los tiempos.

Hoy en día se usan muchos colores para celebrar la Navidad, pero hay dos que siguen siendo los básicos: el rojo y verde profundos. Esos colores llegaron a nosotros a través de las pinturas medievales, que todavía se pueden ver en los coros altos de las catedrales que fueron decorados en los siglos XV y XVI.

Originalmente nacieron de la relación entre colores y materiales que notaron los alquimistas y astrólogos que preceden al cristianismo.

Los íconos navideños, los colores verde y rojo, los villancicos, las luces y la fanfarria navideña, probablemente sí tuvieron en su origen a algún mercader cristiano o al menos a un pragmático creyente del medioevo, antepasado de las más exitosas escuelas modernas de mercadeo.

Papá Noel y Santa Claus, son algunos nombres actuales con los cuales se conoce universalmente la figura medieval de San Nicolás, cuya conocida imagen se empezó a divulgar con los colores navideños por comerciantes del siglo XIX.

Nicolás fue un bondadoso obispo cristiano que vivió en el siglo IV en Anatolia, en los valles de Licia, actual Turquía, del que aún hoy se conservan sus reliquias en la basílica de San Nicolás, Bari, Italia.

Y, gracias a este ingenio del comercio, para promover la generosidad de la sociedad, quién no sabe entender hoy en día la Navidad, como una gran fiesta de generosidad familiar, de amigos y conocidos, que busca la paz y unidad de todos.

Cada cual es dueño de empacar la Navidad de los colores que más le plazca, y el comercio está para servir el gusto de cada cliente. Seguramente a los comerciantes de origen católico y cristiano, que son la inmensa mayoría de colombianos, y sobre todo a aquellos practicantes fervientes, les gustaría que las compras sean muestra de una profunda convicción religiosa. Pero aún en estos casos, el comercio no es excluyente, ni tiene por misión marginar agnósticos o castigar ateos.

El comercio navideño tiene un sentido ético que todos podemos apoyar: generar empleo, promover una temporada de catarsis de tensiones sociales y estrechar lazos de afecto. Todo esto se puede iniciar en un maravilloso centro comercial.

Credito
GUILLERMO BOTERO NIETO*

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