Pobreza y desigualdad

¿Es posible que en un país o una región haya una notable disminución de la pobreza y al mismo tiempo se empeore la distribución del ingreso?.

Es decir, ¿que se reduzca el número de hogares y personas que viven en condiciones de pobreza, pero de manera simultánea se aumente la brecha entre ricos y pobres? Sí, es posible y además es lo que está sucediendo en muchas partes.

En Bogotá, el Dane y la Alcaldía acaban de revelar los resultados de la Encuesta Multipropósito para Bogotá 2011, que muestran cómo en los últimos cuatro años se dio la paradójica situación de una importante mejora en las condiciones de vida de los habitantes de la capital (por supuesto sin incluir la movilidad), pero al mismo tiempo un empeoramiento en el índice Gini, que mide la distribución del ingreso.

Según las cifras de la encuesta, el número de hogares pobres en Bogotá se redujo en 9.1 por ciento al pasar de 21.9 por ciento en el 2007 a 12.8 por ciento en 2011.

Esta mejoría en los índices de pobreza medida por ingresos se explica en buena parte por la reducción del desempleo a menos del 10 por ciento, siendo uno de los más bajos del país.

También mejoran otros indicadores como el de pobreza medida por necesidades básicas insatisfechas, el cual pasa de 5.7 a 3.2 por ciento gracias a la disminución del déficit habitacional, a las mejores coberturas en salud y educación y al exitoso programa de Bogotá sin hambre.

El resultado más negativo que revela la encuesta es la mayor concentración del ingreso que demuestra cómo la gran bonanza económica que ha vivido Bogotá se ha repartido mal: es cierto que los pobres recibieron una pequeña parte de la torta, pero la mayor parte fue a los estratos altos que hoy tienen el ingreso disponible para comprar apartamentos de más de ocho millones de pesos el metro cuadrado y tienen en sus centros comerciales almacenes de superlujo que antes solo veían en el exterior.

La mala repartición de los frutos del crecimiento y el progreso económico es un fenómeno que se da en muchos países como resultado de las políticas neo-conservadoras que han dejado que la distribución del ingreso dependa menos de la intervención del Estado y más de las fuerzas del mercado.

En Estados Unidos, por ejemplo, desde el gobierno de Reagan la participación del 10 por ciento más rico de la población en el ingreso nacional pasó del 32 por ciento a cerca del 50 por ciento.

Y a los súper ricos les ha ido mejor: en los años de bonanza antes de la crisis del 2008, el uno por ciento de la cima de la pirámide aumentó sus ingresos en un 10 por ciento anual, mientras que para el 99 por ciento restante sus ingresos solo aumentaron 1.3 por ciento.

Por eso el 99 por ciento está protestando y ocupando Wall Street.

Los avances logrados por Bogotá podrían ser mucho mejores si los aumentos del ingreso hubieran sido mejor repartidos.

Pero esto no depende de los mandatarios locales sino de las políticas del gobierno nacional, en particular de las tributarias, que en los años de la confianza inversionista dieron toda suerte de gabelas a los más ricos.

El gobierno Santos ha empezado a corregir esta situación, pero falta mucho por hacer.

ADENDA: La deuda externa privada de corto plazo se triplicó en los dos últimos años al pasar de 3.100 a 9.300 millones de dólares, y la de largo plazo aumentó en USD9.000 millones.

Fuera de la Junta del Banco de la República, ¿alguien duda que hubiera sido muy útil imponer controles a la entrada de capitales para evitar la funesta revaluación del peso?

Credito
MAURICIO CABRERA GALVIS

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