El dolor del dólar

Es claro que la revaluación no le duele a los importadores ni a los consumidores; por el contrario, los favorece.

Con un dólar más bajo se abaratan los productos del exterior y los almacenes se llenan de toda clase de artículos importados, más baratos que los nacionales.

Por eso en los últimos 10 años el valor de las importaciones casi se quintuplicó al pasar de 11 mil a 51 mil millones de dólares.

Tampoco le duele la revaluación a quienes han tenido la oportunidad de conseguir créditos en dólares, pues han podido pagar muchísimo menos en intereses que si la deuda hubiera sido en pesos.

En promedio, el diferencial entre la tasa en pesos y la tasa en dólares (ajustada por las variaciones en la tasa de cambio) fue superior al 10 por ciento anual en la pasada década.

Por el contrario, la revaluación sí le duele, y mucho, a los exportadores que cada vez reciben menos pesos por sus ventas al exterior y entonces o pierden plata vendiendo a precios por debajo de su costo, o pierden clientes porque no pueden ofrecer los precios que les exigen.

Este dolor no es sólo de los exportadores, sino también de todos los productores nacionales que tienen que competir con bienes y servicios importados.

Algunos titulares de prensa recientes reflejan ese dolor del sector productivo: “El 50 por ciento de la industria manufacturera está afectada por la revaluación”, “Empresarios insisten que revaluación es una amenaza del TLC”.

“Presidente de la Andi pidió al Banco de la República tomar medidas más estrictas con el fin de atajar la caída de la tasa de cambio”.

A todos los gremios de la producción, -salvo Fenalco es natural-, les duele la revaluación.

Podría decirse que estos son solo ricos chillando por defender sus utilidades, porque a los trabajadores sí les va bien con la revaluación dado que el salario mínimo medido en dólares ha subido casi 180 por ciento al pasar de 115 a 320 dólares en los últimos nueve años.

Es una doble falacia. Primero, porque los trabajadores pagan su mercado en pesos y en esta moneda el salario solo ha subido ocho por ciento y segundo, porque el dolor más fuerte que produce la revaluación es que destruye empleo.

Ante la pérdida de competitividad cambiaria, la reacción lógica y necesaria de los empresarios es reducir costos y la principal forma de hacerlo es botando trabajadores.

El problema es que el umbral del dolor del Banco de la República es distinto.

A pesar de las discusiones internas y de la opinión disidente de algunos miembros de su Junta Directiva, la preferencia revelada del Banco es que está tranquilo con una tasa de cambio que no baje mucho por debajo del nivel de los $1.800.

Está interviniendo en el mercado para que no caiga por debajo de ese nivel, pero manifiesta que no puede (o no quiere) hacer nada para tratar de que suba un poco.

El Banco de la República es el principal actor del mercado de divisas. Mientras siga mandando al mercado la señal de que solo le duele un dólar por debajo de $1.800, tal como se lee entre líneas en el último informe del Banco al Congreso, la tasa de cambio se mantendrá alrededor de ese nivel hasta que ocurra una crisis externa y entonces el dolor será irremediable.

Credito
MAURICIO CABRERA GALVIS

Comentarios