Transmilenio a Eldorado

Le llovieron rayos y centellas a la directora del IDU, y de paso al alcalde de Bogotá, por haber suspendido la licitación para la ampliación de la troncal de Transmilenio que debe llegar hasta el aeropuerto Eldorado.

Varios noticieros de radio crucificaron a los dos funcionarios por esa decisión que, según esos periodistas, era un error histórico que privaría a la ciudad de una obra importantísima.

Desde el Gobierno nacional también abundaron las críticas. La Ministra del Transporte y el Director de Aerocivil también resaltaron la importancia de la obra, y amenazaron que si no se hacía, Bogotá perdería $108.000 millones de pesos de recursos del presupuesto nacional. Hasta el presidente Santos trinó que le parecía inconcebible que no se hubiera previsto que el Transmilenio llegara hasta el aeropuerto de Bogotá.

Con todo respeto con tan distinguidos opinadores, debo decir que están equivocados. El alcalde Petro y el IDU no solo tienen toda la razón en haber suspendido la licitación, sino que deben cancelar definitivamente esa obra por onerosa, suntuosa, desubicada, desatinada e inútil. El imperdonable error histórico sería construirla.

Empecemos por el costo: se dice que para un tramo de apenas 1.8 kilómetros se invertirían $162 mil millones, es decir $90.000 millones por kilómetro. Con esa plata se puede reparar toda la malla vial de una ciudad como Cali o mejorar el sistema de transporte en Bucaramanga.

Pero además no se necesita. Son conocidas y muy ciertas las críticas a la troncal de la 26 por haberla construido cuando aún no existe una demanda de pasajeros que justifique los miles de millones que se enterraron allí, -aun sin incluir los sobrecostos de los Nule-.

Eran más urgentes y necesarias las troncales de la avenida 68 o la Boyacá. Y el escaso número de pasajeros que se movilizarán hasta el aeropuerto tampoco justifica otra multimillonaria inversión.

No es cierto que Transmilenio no llegue hasta el aeropuerto de Bogotá. Los que no llegan son los buses articulados ni hay carril exclusivo para esos buses, pero sí llegan buses normales que son alimentadores y transportan pasajeros hasta el portal de la 26, donde deben hacer un transbordo sin tener que pagar otro pasaje. Así funcionan los sistemas modernos de transporte urbano que tienen distintos vehículos según la demanda de pasajeros.

Piensan los altos funcionarios que Bogotá va a perder estatus y categoría porque los pasajeros que llegan al aeropuerto no van a tener un bus articulado donde montarse con sus maletas.

¡Que entelequia! Primero, porque son muy pocos los que se arriesgarán a subir sus maletas al Transmilenio para bajarse con ellas en la Avenida Caracas y, segundo porque los que quieran lo pueden hacer en un bus alimentador, con la pequeña incomodidad de un transbordo adicional en el portal de la 26.

Ojala el alcalde Petro no ceda a las presiones de los constructores interesados en tan jugoso contrato y se mantenga firme en su decisión de no hacer esa inútil obra.     

Es mejor no botar esa platica y usarla en otras obras más necesarias.  

Credito
MAURICIO CABRERA GALVIS

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