Revaluación contra la inflación

La noticia de la caída de la tasa de inflación al 2.7% anual, la segunda tasa más baja de la historia reciente, merece un análisis más a fondo, no tanto sobre su credibilidad (la vieja pregunta de ¿dónde hace mercado el Dane?) sino sobre la aparente paradoja económica de tan bajo ritmo de incremento de los precios en medio de evidentes presiones inflacionarias.

La noticia de la caída de la tasa de inflación al 2.7% anual, la segunda tasa más baja de la historia reciente, merece un análisis más a fondo, no tanto sobre su credibilidad (la vieja pregunta de ¿dónde hace mercado el Dane?) sino sobre la aparente paradoja económica de tan bajo ritmo de incremento de los precios en medio de evidentes presiones inflacionarias.

Primero las presiones monetarias. Para los monetaristas a ultranza (si es que todavía queda alguno) que creían que la inflación era causada por el aumento de la cantidad de dinero en circulación, es un misterio que la oferta monetaria total (M3) y la cartera bancaria esté creciendo a tasas anuales del 16 por ciento y que la inflación no pase del tres por ciento. 

Misterio más inexplicable para los monetaristas, que este no sea un fenómeno nuevo y pasajero, sino que se viene repitiendo desde hace muchos años. En efecto, en la última década el M3 creció 305 por ciento, la cartera bancaria se cuadruplicó y el Índice de Precios solo creció 58 por ciento.

Segundo, las presiones del exceso de demanda en el sector real de la economía. Este año la demanda interna crecerá 6.5 por ciento por encima de la inflación, mientras la producción interna solo lo hará al 4.3 por ciento, siguiendo la tendencia de la última década en que esos crecimientos fueron del 70 y el 55 por ciento, respectivamente. Según la teoría económica convencional, ese exceso de demanda debía elevar los precios.

La respuesta a estas paradojas es fácil, cuando se mira el comportamiento del comercio exterior y la tasa de cambio. El exceso de demanda interna no se ha traducido en un aumento de precios, sino en compras de más productos del exterior, con las importaciones creciendo 10 este año y 150 por ciento en la última década. Este acelerado crecimiento se explica, porque las importaciones se han abaratado por cuenta de la caída del precio del dólar.

Entonces, la conclusión irrefutable es que el Banco de la República ha cumplido sus metas de inflación no como resultado del control al crecimiento de los agregados monetarios –que han crecido muy por encima de la inflación-, sino por la apertura hacia adentro y por la revaluación del peso.

El análisis de los componentes de los índices de precios corroboran esta conclusión. El crecimiento del 2.7 por ciento del IPC en noviembre es el resultado de promediar un aumento del 4 por ciento en los bienes domésticos, con un 0.9 por ciento de los bienes “transables” (como muebles, aparatos y utensilios domésticos, vestuario o calzado). De nuevo, este comportamiento lleva varios años, pues desde el 2002 los precios domésticos han subido 55 por ciento, mientras que los “transables” solo 24 por ciento.

El crecimiento de los precios al productor (IPP) fue negativo en noviembre (-2%), porque los precios de los bienes importados cayeron 4.2 por ciento. Y en la última década, aunque los precios de los bienes domésticos crecieron 55 por ciento, el IPP solo aumentó 39 por ciento porque los precios de los productos importados bajaron seis por ciento.  

Por supuesto, este abaratamiento de las importaciones no se produjo porque hubieran caído los precios en los mercados internacionales (de hecho la inflación internacional fue del orden del 20 por ciento en ese período), sino porque el precio del dólar se desplomó de $2.950 a $1.800, es decir, una revaluación del 47 por ciento.

La revaluación del peso ha sido la válvula de escape que ha permitido eliminar las fuertes presiones inflacionarias a que ha estado sometida la economía colombiana. 

Tal vez esa sea una de las razones por las cuales el Banco de la República se siente tranquilo con la tasa de cambio actual, a pesar de la quiebra de los productores nacionales.

Credito
MAURICIO CABRERA GALVIS

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