Víctor Jara

La justicia tardó 40 años pero llegó. Un juez chileno ordenó la detención de los 8 esbirros de Pinochet que en septiembre de 1973 torturaron y asesinaron al cantautor Víctor Jara días después del sangriento golpe militar que derrocó al presidente Salvador Allende.

Para los menores de 50 debe sonar extraño que un hecho de hace tantos años sea noticia hoy. ¿Quién era ese Víctor Jara que tanto ruido hace? Los aficionados al fútbol ahora se preguntarán que tiene que ver esa persona con el nombre oficial del estadio de Santiago, que antes se llamaba de Chile y ahora es el “Estadio Víctor Jara”.

Pues es la misma persona, y al estadio le cambiaron el nombre para que quedara escrito en la memoria el sitio donde lo asesinaron y la brutalidad del golpe militar.

Víctor Jara era un símbolo y lo asesinaron precisamente por lo que representaba. Actor, director de teatro, compositor y cantante llegó a ser desde los años sesenta uno de los máximos exponentes de la Nueva Canción chilena, ese movimiento que con la inspiración de Violeta Parra rescató las raíces de la música folclórica de Chile y la integró con la canción protesta.

“Decía la Viola que Víctor hacía hablar la guitarra, brotar poesía… era joven sabio del verso mayor”, cantaba Isabel Parra al recordar al amigo y compañero.


Jara no era terrorista ni guerrillero; la única arma que empuñó en sus 41 años fue la guitarra y con ella denunció las injusticias, la pobreza y la miseria y alimentó las esperanzas de un mundo mejor.


“Yo no canto por cantar, ni por tener buena voz” era su manifiesto y sus canciones se convirtieron en himnos de batalla de los condenados que quisieron transformar a Chile por las vías democráticas.


Pero para los fascistas, la música, la literatura y la cultura son subversivas. Por eso las quemas de libros en los primeros días de la dictadura, por eso la persecución a los artistas, por eso cuando los sicarios de Pinochet reconocieron a Víctor Jara entre los prisioneros del estadio de Chile se ensañaron contra él.


La descripción de los documentos judiciales es aterradora: lo golpearon una y otra vez en la cabeza y en el cuerpo, le quebraron las costillas y le reventaron un ojo; le quebraron los dedos de las manos como castigo a su insolencia de seguir cantando y finalmente lo acribillaron con 44 balazos.


Tiene que ser muy grande el odio inculcado contra unos ideales para asesinar de esa manera al artista que los cantaba. Los nombres de los asesinos pronto desaparecerán de la historia, pero el de Víctor Jara perdurará junto con su música “porque canto que ha sido valiente siempre será canción nueva”.



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Adenda triste. En los mismos años en que lamentábamos el asesinato de Víctor Jara, tuve la gran fortuna de conocer y tener como profesor a Guillermo Hoyos, y desde entonces tenerlo como maestro, compañero de ideales y luchas y sobre todo, amigo. Al escribir esta columna nos llega la dolorosa noticia de la muerte de este gran filósofo y pensador comprometido que nos enseñó que “no se puede filosofar en América Latina hoy haciendo abstracción de las injusticias y las desigualdades, las exclusiones y discriminaciones, e ignorando las luchas por el reconocimiento, por la emancipación, la inclusión y la democratización”. Guillo ha muerto pero sus ideas y enseñanzas continuarán contribuyendo a la construcción de ese país justo y en paz por el que tanto luchó. ¡Hasta siempre amigo!


Credito
MAURICIO CABRERA GALVIS

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