Un grito por la vida y por la paz

Mauricio Cabrera Galvis

Un imponente grito por la vida y por la paz fue lo que se vivió el 26 de julio en 70 ciudades de Colombia y otras 67 del mundo, en donde miles de personas de todas las ideologías, creencias, etnias, sectores sociales, unieron sus voces para exigir que cesen los asesinatos de líderes sociales, de defensores de derechos humanos, de guerrilleros que le apostaron a la paz.

Colombia sigue siendo uno de los países más violentos del mundo, pero los asesinatos y amenazas contra estas personas tienen un macabro significado especial. Como lo decía la proclama leída en las marchas, los líderes sociales son “mujeres y hombres que saben hablar, que saben actuar, que se atreven a levantar la voz, a debatir con el rostro descubierto, a argumentar y a reunir amigos y aliados para proponer una reforma justa, para pedir o exigir el respeto de un compromiso firmado, para recuperar tierras, sustituir cultivos, para proteger territorios del abuso de cierto tipo de minería arrogante e insostenible.”

Por eso, dice la proclama, “cuando se mata a un líder social, cuando se asesina a alguien que ha tenido el valor de manifestarse, protestar y exigir algo justo, lo que se pretende no es solo asesinar y silenciar a esa persona, sino también asustar, silenciar y paralizar a todas las demás”.

Tras cientos de asesinatos que siguen en la impunidad, la chispa que generó esta solidaria reacción ciudadana fue el conmovedor video del grito de dolor del hijo de María del Pilar Hurtado ante el cadáver de su madre asesinada por luchar por tierra y vivienda para los desplazados.

Para despertar la conciencia nacional frente a estos hechos, en el movimiento social Defendamos la Paz surgió la idea de convocar una manifestación pública, sin propósitos partidistas ni electorales. La respuesta fue impresionante: los medios de comunicación, la Iglesia Católica, sindicatos, artistas, deportistas, intelectuales, periodistas y muchas organizaciones de la sociedad civil se fueron uniendo espontáneamente a la convocatoria.

El resultado fue esa masiva salida a las calles de esa Colombia que no es indiferente frente al derramamiento de sangre, y que representa el abrazo a quienes defienden los derechos de todos, a los que han apostado por la paz; es un acto de esperanza para que cesen sus muertes, para decir que la vida y la paz están por encima de todo, que los líderes no están solos.

Hay que continuar. Por eso DLP convoca de nuevo a “realizar un ejercicio permanente de observación, denuncia y acompañamiento territorial para garantizar la labor e integridad de las lideresas y los líderes sociales, así como de quienes dejaron las armas; a promover un pacto nacional para sacar la violencia de la política.

Comentarios