Turismo sin Carretera

Camilo Ernesto Ossa Bocanegra

Cuesta trabajo entender la apuesta para lograr jalonar el empleo y el crecimiento económico de la ciudad a través del turismo, cuando, en uno de los sitios predilectos para ir a “pasear”, tanto para los ibaguereños como para los que nos visitan desde afuera, el Cañón del Combeima, las vías, salvo un par de kilómetros tal vez, están hechas un verdadero camino de herradura, que desconecta a un sector importante de la ciudad, el rural, con las políticas de crecimiento de la ciudad.
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La carencia de infraestructura, entre otros elementos, es una condición presente, a nivel mundial, en los territorios considerados pobres, de ahí la importancia de ponernos al día en la construcción de las carreteras necesarias, pues, tan solo una vía nueva abre las puertas a la realización de actividades comerciales en la zona, una reactivación económica, impulsada por el solo hecho de una pavimentación, que le trae a sus pobladores una posibilidad de explotar económicamente sus recursos y sus ventajas.

Buscando un camino al desarrollo, claramente debemos enfocarnos en mejorar la infraestructura y en educar a nuestros ciudadanos, pero centrémonos hoy en la primera, porque para la segunda hay que dedicar un espacio completo. Y, digámoslo de una vez, Ibagué necesita pavimentar, por completo, la vía que conduce, desde el casco urbano de la ciudad, hasta El Silencio y, ofrecerle a los turistas, más allá de la gastronomía local, un cable aéreo que permita disfrutar la riqueza ambiental y la diversidad biológica de nuestro territorio, esa debe ser la apuesta turística del sector.

A las personas hay que darles las condiciones de acceso a los recursos, pues, según la “postura ideológica de la economía ortodoxa, el individuo busca satisfacer sus necesidades, él elige cómo lo hace, es el origen y principal interesado en resolver sus problemas”. Si tomamos como base esta postura, crear las condiciones de aprovechamiento de los recursos físicos de un territorio tiene un impacto positivo, porque además de ser compatible, es lo observable. En las sociedades occidentales, asiáticas y orientales –salvo algunas excepciones donde se podrían contar a Cuba y Corea del Norte-, hay evidencias que indican que cuando los individuos deciden libremente qué hacer, a qué dedicarse –según los recursos disponibles y que estos sean óptimos-, el resultado es razonablemente funcional, de explotación de recursos, de creación de un modelo que incentiva la inversión y, en este caso, de atracción del turismo, lo que nos lleva a una determinada postura y modelo social y económico, ¡a eso tenemos que llegar!. Por un lado, porque le damos la posibilidad al habitante de la zona de sentir la presencia del Estado y por el otro, de encontrar la verdadera vocación de explotación de sus recursos, recordemos que el Estado soluciona los problemas que el individuo no puede resolver.

El descontento social, en la mayoría de las veces, viene porque los gobiernos fracasan y estos lo hacen porque no crean los incentivos necesarios para que las personas inviertan e innoven, consolidando modelos que se alejan del interés general y el bien común, pero no olvidemos que la política está cambiando y que el electorado está mandando señales que confirman que la clave está en aquellos que le ofrezcan prosperidad, felicidad, riqueza y crecimiento a toda la sociedad y, así, poder alcanzar un bienestar para el disfrute pleno y efectivo de todos los derechos, sean estos fundamentales, sociales, económicos , ambientales o culturales.

CAMILO ERNESTO OSSA B.

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