Todo un clan

Camilo González Pacheco

La reciente elección de Arturo Char como Presidente del Senado, ha dejado en claro que surge con fuerza, poder y mucha plata, una versión moderna y actualizada de lo que significa un clan. O sea, de un grupo de personas unidas por lazos de parentesco, ascendencia y descendencia, que en este caso desbordan sus ancestrales linderos regionales y extienden sus brazos de poderoso pulpo económico, en toda la geografía nacional.
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Empezaron –los Char -  como una vigorosa empresa. Siguen siendo empresa, pero con sus billonarias inversiones electorales, se ha constituido en un centro real y efectivo de poder burocrático e institucional en el país. Dicha hazaña politiquera y clientelista, no es sana para la democracia, por cuanto coloca parte de la institucionalidad, y sobre todo el libre juego electoral, bajo la evidente y nefasta fortaleza de la compra y venta electoral.

El actual Presidente del Senado, no cuenta con  patrimonio académico respetable. Ni con bagaje conceptual, políticamente hablando. No fueron las tesis sobre desarrollo integral para el país, ni la consolidación de las bases del Estado Social de Derecho, ni la defensa y búsqueda de una paz duradera para Colombia, los ejes que catapultaron las recientes victorias políticas de los Char. Nada de eso. Todo se debe a su inmenso y decisorio poder económico. Desafortunadamente.

La democracia colombiana se inclinó reverente ante los poderosos conglomerados económicos. Claro está, hasta ahora es un punto de partida. No de llegada. Muy grave. En lugar de avanzar estamos retrocediendo. El resultado de la elección de directivas en el Senado es el reflejo: Char, tristemente recordado por andanzas con la bella Aída Merlano,  derrotó sobrado a Iván Marulanda, un excelente demócrata colombiano de toda hora.

Lo preocupante, es que aquí y ahora, un conglomerado económico, abiertamente y ante los ojos de toda la Nación, incide y decide sobre uno de los tres poderes esenciales del Estado. Sin tapujos. De frente. Expedir leyes en favor de sus intereses, resulta un objetivo fácil de lograr.

Y, para rematar la moñona, ese mismo grupo empresarial le habla a diario, y al oído, con bastante poder y propiedad al Presidente de la República, uno de sus más dilectos apadrinados. Con Legislativo y Ejecutivo en el bolsillo, se puede percibir el nefasto poder que a la sombra orientará por estos tiempos, gran parte del Estado.

Así las cosas, los grandes y urgentes retos sociales para alcanzar una Colombia más justa y en paz, continúan aplazados en una espera desesperante para la estabilidad nacional. De titulares, siguen jugando como siempre, los poderosos clanes. Los resultados se avizoran desastrosos, sobre todo en esta candente coyuntura histórica y social. A mala hora.

CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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