La indomable Latinoamérica

José Javier Capera Figueroa

La historia de América Latina se encuentra en medio de razones que constituyen su existencia, una de ellas resulta ser la violencia, el despojo y la miseria, por otra parte se encuentra la esperanza, la crítica y la alternativa, en los últimos años se ha construido una serie de pensamientos, conceptos y teorías que van en función de generar una alteridad frente a lógicas como el capitalismo, los modelos extractivista y las diversas formas de ejercer la violencia al interior de los territorio, es por eso que Latinoamérica tiene como característica la resistencia en cuanto a sus múltiples dimensiones de la mano del discurso y las prácticas emancipatorias.

El fuerte legado puesto a disposición por pensadores como Mariátegui en el momento de dar voz a los subalternos hace de su filosofía una expresión de la política en el mayor sentido de la palabra, una voz enunciada desde la práctica y el discurso de la resistencia ya sea étnica, política, cultura o hasta social, es por ello que el mismo Mariátegui manifestaba en el argot del discurso que la memoria del hombre se debe articular con la revolución y la lucha con los demás explotadas de la sociedad peruana, pero en el mismo sentido con la organización estratégica para consolidar los procesos de transformación social.

En el caso de América Latina, su historia marcada por la tragedia de los movimientos revolucionarios, la burocratización del Estado, la fetichización de la democracia y el populismo arrollador de los gobiernos del turno, sumado a esto la incorporación del modelo neoliberal, hace que se construya toda una historiografía en torno a las prácticas, discursos y subjetividades que enuncian las comunidades, los pueblos y los territorios asumiendo un pensamiento reflexivo sobre su realidad y buscando la manera de constituir procesos de emancipación social.

Pero es así que la reflexión de los pueblos latinoamericanos se ve marcada por la búsqueda de la autonomía en los territorios, la defensa de los bienes comunales, el respeto a la historia y vida de las comunidades, la soberanía en sus múltiples dimensiones pero, en especial, la necesidad de conformar lazos comunitarios que vayan en sentido opuesto a la lógica extractivista y mercantilista de la vida.

Es así que mirar el retorno a la “historia -local” que siempre ha sido invisibilizado por la una visión universal, hace de ella una apuesta contraria a la incipiente estructura del capitalismo, ya que en su seno de conformación se subsumen formas tradicionales del poder, acciones individualistas, un marcado consumismo y una indiferencia social; a esto aparece todo una corriente global que configura todo un sistema mundo - capitalista marcado por la interacción de clases sociales, la acumulación del capital y las reproducciones de élites y estructuras rígidas de poder.

A su vez, se constituye las relaciones precapitalistas de producción, aunque ya ampliamente condicionadas por la expansión del capital comercial. Puesto que la formación incipiente de la burguesía criolla se condiciono básicamente a la tendencia mercantil y terrateniente de la política, aunque su precaria diferenciación como clase social respecto de la clase terrateniente señorial, dominadora de campesinos enfeudados y también, en gran parte, de campesinos independientes o agrupados en comunidades.

En últimas, la falta de congruencia entre la política y las instituciones es una muestra de la crisis presente en los tiempos, que se relaciona con la violencia, pero también la esperanza, la alternativa y los cambios desde las comunidades, también se manifiesta de diversos modos, a través de los tiempos turbulentos, líquidos y catastróficos en pleno inicio del siglo XXI, lo cual muestra la ruptura entre los más pobres y ricos que conforman la sociedad, siendo parte del repertorio que trae consigo la acumulación del capital y las políticas transnacionales impuestas en la indomable Latinoamérica.

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