Una terapia para el dolor

José Javier Capera Figueroa

En los últimos días en Colombia ha pasado una serie de sucesos que las futuras generaciones – posiblemente no “podrán perdonar”: 1) la venta de Isagén 2) el conformismo social de un salario “mínimo” que atenta contra la dignidad humana y 3) la lógica económica de los grupos empresariales en el Llano más conocidos como el Zidres.

Suena curioso lograr observar las injusticias sociales que atraviesa el Estado Colombiano, que nunca ha procurado garantizar condiciones sociales para los ciudadanos, una ciudadanía que carece de sentimientos, valores y acciones -que se encaminen en construir otra realidad-. Una larga tradición histórica de familias hacendadas y grupillos sociales que han prologado el poder político en las instituciones de esta mal llamada “nación”.

También existe otra mentalidad, una que se caracteriza por la crítica, la propuesta y una tendencia proactiva por intentar pensar el ¿Porque no? De la otra cara de esta realidad una más profundad, participativa y que se correlacione con las condiciones sociales que tenemos en nuestro territorios.

Otro de los pecados que cargamos en esta época resulta ser el conformismo por dejar que los grupos políticos, las familias hacendadas y las instituciones al servicio de los poderes nacionales sigan re-produciendo una lógica de explotación laboral, un modelo extractivista y en especial una mentalidad de mediocridad política, rezago económico y racismo social. Es de recordar que no solo se trata de nacer, vivir y morir sino de servir, construir y ayudar a ese “otro” exiliado, olvidado, desterrado, pero con una particularidad, con una profunda necesidad humana.

El segundo punto resulta ser el acto postergado de aceptar la venta de Isagén, lástima, porque de qué sirve tener 6.5 billones de pesos para las 4G (cuatro años de Germán Vargas Lleras) si en el fondo las necesidades en las comunidades y poblaciones siguen en aumento, un ejemplo de ello es el terror que abunda a sangre y fuego en los últimos días en Buenaventura. Véase: http://www.elespectador.com/opinion/mala-vaina.

Otro punto es la crisis ambiental, al nivel nacional las fuentes hídricas se secan, los cultivos disminuyen y los problemas de contaminación siguen en auge con secuelas sin reversa, pero en particular la lógica devastadora de hacer “navegable el río Magdalena” con el fin de implementar un modelo de libre mercando y desplazar a las humildes comunidades. Véase: http://iberoamericasocial.com/que-esta-pasando-con-el-rio-magdalena.

El tercer punto que refleja la crisis resulta observar hasta dónde llega la conocida “dictadura de la burocracia”, una muestra de ella es la deuda abismal que es el proyecto universitario de la Tolima, una universidad que es solo reflejo del criollismo político y la impericia administrativa, sumando a ello la contratación masiva y la persecución académica, laboral y política con los disidentes y, lo más nostálgico, saber que los administradores del garaje académico han sido en su mayoría graduados de la misma institución.

La última reflexión de lo que ha sucedido en estos días resulta ser la falta de condiciones labores, el salario impuesto a favor de los grandes gremios, pero esencialmente la indiferencia con la historia de los pobres, violados y vagabundos de este país: vale la pena recordar esta hermosa canción, ‘Dónde está’, de Yuri Buenaventura”: https://www.youtube.com/watch?v=tSMXGrnwyok.

Estas reflexiones son parte del itinerario de la cotidianidad; es necesario por ello una Terapia para el Dolor, SÍ, una Terapia para el dolor económico del territorio, para la crisis ambiental de la región, para comprender la sevicia, la ambición por el poder y, en particular, la ignorancia por destruir la naturaleza que tanto depende de lo humano. Así, la necesidad de mostrar a esta generación los errores que ha cometido y que históricamente afectarán a las generaciones que vienen -aquellas que no podrán gozar de los mares, bañarse en los ríos, disfrutar de los paisajes domingueros, deleitar los manjares pero, sobre todo, vivir dignamente con la naturaleza, se llegará al punto que en Colombia no se sabrá qué vender, regalar y obsequiar, ya que hasta nuestra forma de hacer política es comentarista, sucursalera y resignada.

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