Força Chapecoense

José Javier Capera Figueroa

El día amaneció muy triste, ya todo era diferente. El dolor agobiaba los sentimientos de cientos de familias enteras, era muy difícil creerlo, acababa de suceder una de las tragedias más fuertes de estos tiempos. La muerte siniestra de 71 personas ha conmovido hasta el más íntimo sentimiento de la sociedad colombiana.

Las explicaciones son muchas y varían con el paso del tiempo, pero el dolor, ese maldito dolor que invade los sentimientos de esas 71 familias que acaban de perder a sus seres queridos deja un sabor agrario en este fin de año. Ahora pareciera que el estadio Atanasio Girardot no será el mismo, en medio de sus tribunas recorre el llanto, la solidaridad, el respeto, pero en especial la sensibilidad por este acontecimiento.

En efecto, todo el pueblo colombiano dejó a un lado los rencores, problemas, chismes y en una sola voz se unió para decir ¡Ehh, vamos, vamos, Chapecó! ¡Ehh, oé, oé, oé Chapecó! era el llamado a la solidaridad y reconocer que la vida sigue siendo el don más preciado que la creación nos ha podido dar. Ahora los cantos, la ceremonia, los minutos de silencio han enlutado a todo el mundo, es muy difícil de creer, pero sucedió, se fueron estos 71 campeones.

Las velas blancas, las coronas de flores y el tributo a la vida fueron los ganadores, ya no se trataba de jugar el fútbol, sino de saber apreciar la vida. Un momento tan frío no sólo debe ser considerado como una tragedia, sino un espacio que permita reflexionar sobre los problemas de estos tiempos, y de qué vale tener todo, sino se tiene lo más importante, la vida. Pareciera que el juego ya no sería la final de la Copa Sudamericana, sino la disputa por aceptar el dolor, y buscar la manera de sanar los vacíos que han quedado en cada una de las familias.

En medio de esta noticia tan fuerte, se pudo ofrecer un apoyo profundo a los 300 brasileños asistentes en el estadio, a los 220 mil habitantes de nuestro hermano pueblo Chapecó, el sonido decía así “Estamos con ustedes” cuentan con nuestro apoyo, una vez más la sociedad colombiana se sensibiliza con el dolor y la muerte, mostrando que en el fondo tenemos la capacidad de construir la paz y superar la página de la guerra.

Lo difícil es comprender que se necesita vivir estas experiencias para llegar al punto más sensible de la existencia, bien lo decía Vargas Vila “no le temo a la muerte, le temo a que ella se olvide de mí” una profunda frase que suena en estos momentos, ya el dolor pasará, pero en la memoria – viva quedara la tragedia de Chapecó, un pueblo humilde, luchador, “berraco” y lleno de esperanza que debe sufrir en carne propia las paradojas de la vida, ayer estaban felices, venían por la copa y ahora se deben ir sin sus seres queridos.

No cabe duda, en estas fiestas decembrinas Medellín y Colombia no será igual. El frío invade los sentimientos, el aire recorre el dolor de nuestros cuerpos, todo confluye para hacernos sentir el “dolor de una partida” una grande que ha marcado nuestra historia una vez más.

Post scriptum: Un fuerte abrazo al pueblo brasileño y latinoamericano, a las familias por su dolor. Ahora la nostalgia que tenemos por esta tragedia nos pone a pensar si podemos construir la paz, esa que por medio siglo ha sido olvidada. Tenemos que darle la cara a la página de la violencia y decirnos solidariamente: podemos intentar vivir en paz.

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