El Papa Francisco pastor de la paz y la reconciliación en Colombia

José Javier Capera Figueroa

Los cinco días intensos provenientes de la visita del Papa Francisco a Colombia, pueden ser asimilados como un mensaje de paz, perdón y reconciliación para los distintos sectores de un país sometido a la violencia, la pobreza y la injusticia social.

Un reflejo de reflexión, entusiasmo y regocijo que experimentaron las calles de Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena sin pasar por alto la gran ola de energía que sintió todo el país. Tal como sonaban las voces de los de abajo “Es un Papa distinto “sin duda alguna es un pastor de la paz y la reconciliación en estos tiempos.

La visita del Papa Francisco a la tierra de Macondo era la pieza faltante para ir sanando los corazones y abrir el camino de la esperanza por la paz, un gran reto que merecemos intentar construirlo insaciablemente. Era el momento más crucial frente a los detractores de las negociaciones con los grupos guerrilleros (Farc - Eln), y el tan visible acontecimiento del grupo paramilitar Clan del Golfo de intentar buscar diálogos con el gobierno nacional. Una muestra radical para aquellos sectores de extrema derecha y simpatizantes por la opción de la guerra, ojalá sea una experiencia trascendental que tanto merece la sociedad colombiana que ha nacido, vivido y convivido en medio del sonido de los fusiles y el dolor de los muertos.

El fuerte discurso de Francisco puso a gran parte de la sociedad colombiana a reflexionar, un gran golpe para los corazones de los victimarios, el sentimiento de las víctimas y si fuera poca la posición de aquellos inseguros, enemigos y opositores de dar el giro hacia la reconciliación, el perdón y en particular la construcción de la paz de adentro para afuera, un reto fundamental que logre dinamizar la democracia inmersa en la fetichización del poder (la corrupción, el clientelismo, la politiquería, entre otros) males que no paran de sonar.

En efecto, la historia de la violencia en estas tierras siempre ha sido el talón de Aquiles para aquellos que no logran ver más allá del rencor, el dolor y la mentalidad guerrista. Ahora el llamado proveniente del Papa es sencillo y contundente:

1) Estamos inmersos en un escenario de incertidumbre sobre la implementación de los acuerdos, algo evidente si todavía falta tiempo para ir cicatrizando la huella de más de 50 años de violencia en los territorios. Frente a esto la postura del Jefe de Estado del Vaticano es simple pero profunda “No se dejen engañar, no pierdan la alegría ni la esperanza” es parte de la apuesta por apoyar el proceso de paz en medio de sus contradicciones frente a las necesidades reales de los grupos excluidos, oprimidos y sometidos a la violencia auspiciada por parte de los sectores hegemónicos incrustados en el poder político.

2) Frente a las contradicciones del proceso de paz y el sinfín de vacíos que presenta en la actualidad, es necesario avanzar tal como lo manifestó el Papa “Sigan adelante (…) No se dejen vencer ni engañar, no pierdan la alegría, no pierdan la esperanza. Sigan así” más claro no puede ser ahora, es la época para dar el paso e intentar construir la otra Colombia que tanto exigen los voces de las víctimas.

3) “La búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto, una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos”. Bien lo saben las generaciones sometidas a la explotación y la dominación de la clase política tradicional, las mafias en el poder y los grupos hegemónicos en los territorios

4) “Que este esfuerzo nos haga huir de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses solo particulares y a corto plazo”. Otro ejemplo orientado a la construcción de la paz desde abajo, con las regiones y en especial en función de las necesidades reales de los grupos que históricamente han sido víctimas de la violencia en todas sus dimensiones.

5) “No es la ley del más fuerte, sino la fuerza de la ley, la que es aprobada por todos, quien rige la convivencia pacífica”. Las palabras de Francisco pueden ser consideradas como una iniciativa positiva frente a la complejidad de la Justicia Especial para la Paz (JEP) un reto que nos obliga a ir más allá de los debates triviales, personalistas y partidistas tan recurrentes y ejercidos por los grupos opositores de la paz.

En últimas, la presencia del Papa Francisco a través de sus discursos, pueden ser asimilados como  las piezas fundamentales impregnadas de una esencia pastoral, que refleja el impulso para un proceso de paz que avanza y al cual no debemos echar ni un paso atrás. Es la necesidad de seguir el camino por silenciar la violencia y terminar el conflicto de larga duración que tanto azotó a todos los colombianos. Igualmente, es una experiencia que marcara la vida de las familias, el ayer, el ahora y el futuro de la paz teniendo en cuenta el momento histórico que vive Colombia, un país que sueña con la paz, anhela la reconciliación y sin lugar a dudas un pueblo que busca sanar las heridas que tanto ha dejado la violencia por más de medio siglo en las tierras de macondo.  

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