¿Padecemos de una especie de daltonismo social?

Federico Cárdenas Jiménez

Quise conocer a aquel hombre misterioso al que he visto deambular por las calles de la ciudad. Él va siempre rápido y poseído por una especie de furia en su mirada. Antes se le veía muy bien organizado, de vestido y corbata, hoy día su aspecto está descuidado, maloliente y sucio, una apariencia que produce temor porque es sombría y –piensa uno- de imposible trato social.

Me lo presentaron como “El poeta”. ¡Qué persona tan agradable, tan educada, tan profunda, tan cálida y alegre! No hay palabra en él que no esté cargada de algún sentido poético. Largo y tendido conversamos en un encuentro que para mí fue agradabilísimo.

“El poeta” se graduó como Licenciado en Filosofía y Letras, publicó cinco libros, le dio la vuelta a Colombia dando clases ad honorem y estuvo secuestrado en dos ocasiones, en una de las cuales –según él- lo despertaban todos los días a que fumara marihuana, allí se inició. Aunque jamás lo he visto consumiendo, hoy día no sólo fuma marihuana sino bazuco, sustancia que lo llevó al lugar donde está.

En sus característicos juegos de palabras y en una cafetería en la que todo el mundo nos miraba, Carlos, “El Poeta”, me contó su historia: ¡qué duro le ha dado la vida a este hombre y qué duro le respondió él hasta que se rindió!

¿Cómo combate uno el desprecio de la propia familia, la pérdida de su esposa –a la que se la llevó la corriente de un río-, el abandono de sus amigos y el estigma social? Si ustedes vieran: la inteligencia y el talento de este hombre es directamente proporcional a su sufrimiento y en su caso, las drogas han sido un medio a través del cual Carlos hace catarsis.

“Soy consciente de la complejidad de este camino -me dijo- pero también de que todo camino es complejo… aunque no le he hecho daño a nadie, mi estilo de vida no está bien a los ojos de las personas que me ven, eso lo sé ¡cuánto extraño a mi madre, a mi vida, cuánto me extraño a mí mismo… no sé si regrese de este camino… no sé si tal vez quiera regresar!”, expresó apesadumbrado.

¿Padecemos de una especie de daltonismo social? Pensaba mientras conversábamos, ¿cuántos Carlos vemos pasar y pasar? Personas, amigos, familiares que buscan en las drogas –sea cual sea, legal o ilegal- un canal a través del cual conjurar sus desdichas hasta simplemente hacerlas desvanecer.

Hablo de daltonismo social porque parece que no distinguiéramos los matices de nuestra humanidad y pasamos por encima de los demás sin que nos importe. Una historia como la de “El poeta” debe inspirarnos, debe motivarnos, debe llevarnos a revisar el día que estamos viviendo sobre todo en el cómo lo estamos viviendo. El dinero ¡créanme! no es más que un papel, pero el afecto, ¡el afecto es un tesoro!

En mis trabajos de campo con comunidades vulnerables y vulneradas he encontrado un camino complejo, pero ha sido también un verdadero espejo en el que me miro y encuentro muchas contradicciones en nuestra cultura.

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