Mi actuar acorralado (10)

Federico Cárdenas Jiménez

… El mundo de las drogas tiene diversas facetas, por supuesto una de ellas es la de la demanda, que no es sutil en la mayoría de las veces básicamente cuando trata de una adicción, pero otra que sí es cruda, cruel y despiadada es la de la oferta, aquella que trata del negocio, de los pesos, del poder… con ella estaba lidiando sin saber muy bien cuáles iban a ser los puntos de llegada, pero me estaba acercando...

Y así fue. Entre más me acercaba más me recordaban quiénes estaban al mando y qué podría pasarme si hablaba de más: boleteos, amenazas, fotografías de mi familia, otra golpiza… pruebas suficientes para saber que no había institucionalidad y que el control estaba en manos de irregulares. Pero es que… ¡cómo era posible ver a jóvenes con jeringas colgando de sus brazos y tirados en los parques de este lugar, o arrinconados paranoicos y temblorosos poseídos por la base de coca…! Heroína y bazuco estaban entrando rápidamente y era necesario poner un freno antes que fuera demasiado tarde.

Sin embargo y a pesar que ese era el deber ser, la realidad no permitía (y no permite) hacer mucho. Paradójica pero estratégicamente, cuando la dinámica de consumo es mucha, el quehacer pedagógico debe ser poco: es como no cosechar muchos tomates pero los que se cosechen que sean de muy buen tamaño. Todo lo que se hace en estos casos no sobra pero no todo es útil y productivo y como un antibiótico, puede generar resistencia si se usa deliberadamente.

En alguna de mis columnas anteriores hablé de la diferencia entre intención y pretensión a la hora de abordar y desarrollar estos procesos comunitarios-juveniles: se deben hacer sin pretensiones, es decir, sin pensar en cambiar la vida de nadie porque tal vez las personas no quieren cambiar su vida, ni en el tiempo que tardará hacer este cambio porque estos son procesos de largo aliento y caracterizados por una alta frustración, lo que en otras palabras significa que la probabilidad de acertar es mínima; erróneamente quien dirige un proceso como estos asume el rol del creador que va a moldear a su gusto aquella masa de barro informe e inerte… Con seguridad, esta es la marca del fracaso.

Procesos de esta índole se deben guiar por la intención de aportar no de cambiar; cuando yo quiero aportar, hago lo posible porque esas personas eleven a un nivel de conciencia lo que hacen para observarlo y analizarlo –individual y colectivamente- y luego, en reflexión, cada quien tomará decisiones sobre su vida. Quien tiene la intención, acompaña, orienta, muestra, descubre, guía; es un mediador entre un punto de partida y uno de llegada. Su pericia y suspicacia está en el cómo se hacen las cosas, algo que no se aprende en un salón de clases. Podrá no ser académico, pero yo pienso que una persona que lidera un proceso como estos tiene un don especial y eso marca radicalmente la diferencia.

En este caso, la droga se vendía dentro de los salones de clase, en las zonas verdes, en la entrada, en las chazas donde vendían supuestamente dulces, en los alrededores… era impresionante como la droga circulaba en este lugar: la zona estaba dividida en subzonas y cada una era gobernada por un grupo y cada grupo vendía semanalmente cerca de 15 millones de pesos en solo droga; supe de personas que llegaban de otros lugares de la ciudad a abastecerse de droga a este lugar, entraban y salían sin problema alguno porque ¡claro! todo estaba bajo control…

federic.cj@gmail.com

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