Mi actuar acorralado (12)

Federico Cárdenas Jiménez

… Mis jefes y las autoridades del departamento, en una reunión programada a la que fui invitado, conocieron los resultados de la investigación; sorprendidos por los datos, aprobaron todo un plan de acciones pedagógicas a seguir y un presupuesto millonario importante para su consecución. Sin embargo, al salir de aquella reunión, una llamada me notificó que de no salir de la ciudad inmediatamente, el costo que asumiría en adelante sería bastante alto…

Cerca de la una de la tarde, al salir para almorzar, fui tomado del brazo por atrás y una voz tranquila con deje tolimense, en susurro, me dijo: “¡profe!, no se vaya a hacer el héroe que nada le va a pasar, entre a ese carro por favor sin visajes..! El reflejo natural de voltear la cara para ver quién era, me lo calmaron con la presión en mi costilla izquierda de lo que supongo era un arma: “¡no es necesario que se voltee cucho, mirando pa’l frente se ve mejor!”. Empujadito me fueron llevando… Alguien tuvo que haberme visto entrar a ese carro del que a propósito ni me acuerdo cómo era porque estaba aterrorizado. Si eran los encargados del negocio, esta gente no tenía ningún problema en armar una balacera en ese lugar, o sea que era mejor controlarme y esperar a ver qué pasaba, además, aunque podía suceder, no sentí que la muerte estuviera esperándome.

Un conductor adelante y dos hombres atrás conmigo. ¿Y ustedes quiénes son o qué? “Los dueños de todo esto mijo… ¡quédese pues calladito cucho y todo va a salir bien!”. Arrancamos con motor tranquilo como si nada hubiera pasado. Fue un viaje de unos 45 minutos con mi cabeza entre mis rodillas y no supe a dónde habíamos llegado.

Cuando levanté la cabeza siguiendo una orden, vi que estábamos parqueados dentro de la parte trasera de una casa. Entramos por ese patio y no vi otras casas ni otras personas, ni siquiera un perro, sólo árboles frutales y jardín. Me metieron en una habitación sin ventana ni baño, ni televisión ni radio, sólo una cama con una cobija doblada encima. “No se preocupe que nada le va a pasar, quédese tranquilo que ahora vienen a hablar con usted”, me dijo uno de ellos, y salieron cerrando la puerta a su paso. No pude verles las caras.

Al verme solo dentro de ese cuarto, sentí necesidad de llorar y me silencié tratando de aterrizar y de ubicarme en la situación… la percepción que cada uno tenemos del riesgo es tan pequeña que era difícil creer que eso me estaba sucediendo. Recordé la angustia que sentí cuando leí el relato de García Márquez sobre el secuestro de Maruja Pachón Villamizar en 1990 y que fue publicado bajo el título de “Noticia de un Secuestro”… Debía calmarme y pensar... Veinte minutos después tocaron la puerta. “Profe: acuéstese boca abajo en la cama que vamos a entrar, no queremos que se ponga de héroe pues, ¡ya sabe!”. Hice lo que me pidieron y entró una persona: “nos dijeron que usted tomaba mucho tinto, tómese uno para que esté tranquilo y podamos conversar”. Me sorprendió la situación y la falsa amabilidad.

Una pañoleta negra tapaba parte de su rostro; yo lo miré con serenidad a los ojos y le pregunté: ¿entonces qué van a hacer conmigo? ¡Yo no tengo plata para pagarles nada y les aseguro que mi familia tampoco! “No no no no, este no es un secuestro por plata, es algo político –yo sé que entiende-, usted es un bacán, es piloso, los muchachos lo quieren y lo respetan, pero tiene que irse de la ciudad y el proceso que está liderando con las drogas aquí tiene que acabarse… a no ser, profe, que quiera trabajar con nosotros… ¡eso ya cambia las cosas!”.

federic.cj@gmail.com

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