Las expectativas de la inflación: Guía clave para la política monetaria

Carlos Gustavo Cano

En materia de política monetaria, como nos han enseñado la experiencia reciente y eximios maestros como Michael Woodford de la Universidad de Columbia, más que el último dato de inflación, lo que cuentan son las expectativas sobre la misma, como la guía fundamental del accionar de sus autoridades de cara a su misión de velar por la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda.
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De suerte que no me cabe duda, habida cuenta de la responsabilidad e idoneidad de la junta de nuestro banco central, y de la solidez de su equipo técnico, que su proceder, antes del fin de este año, consistirá en el inicio de un ciclo gradual de alzas de la tasa de interés de política.

Si la inflación se trepara, pero las expectativas permanecieran ancladas en la meta, que en nuestro caso se halla en el rango entre el dos y el cuatro por ciento anual, o sea, para propósitos prácticos, en su punto medio que es el tres por ciento, no habría lugar para modificar la postura de la política monetaria.

Pero si su tendencia ascendente, que va camino a superar pronto el límite superior de dicho rango, se torna persistente y se transmite a las expectativas, como evidentemente está sucediendo, hay que actuar.

La clave principal de una acertada política monetaria yace en el arte de la anticipación. Esto es, anteponer la proactividad temprana a la reacción tardía. No se debe olvidar que su mecanismo de transmisión generalmente toma entre 12 y 24 meses hasta surtir sus efectos plenos sobre la demanda agregada, que constituye el foco de su atención. Lo cual quiere decir que es preciso contemplar los escenarios más probables sobre el estado de la economía hacia el último trimestre de 2022 y el primero de 2023, y obrar en consecuencia.

Como lo he señalado en varias ocasiones, hay que aprender no sólo de los buenos ejemplos, sino también de los menos afortunados. Remember Brasil durante la anterior década. Y asimismo Venezuela y Argentina, entre otros.

En Colombia, por el contrario, a pesar de las dificultades en la órbita del orden público y en el frente fiscal, nos podemos ufanar de contar con un banco central independiente, y comprometido, sin ninguna restricción, en propiciar una inflación baja y estable, gracias a la credibilidad pública, interna e internacional, de la cual goza.

En el mapa institucional de la Nación, el Banco de la República constituye el principal baluarte de nuestra fortaleza macroeconómica. Por tanto, es de esperar, con toda seguridad, que su rectoría actual continúe cumpliendo con su deber esencial de brindarle a los ciudadanos la sanidad de la mercancía más preciada de cualquier sociedad: su moneda.

 

CARLOS GUSTAVO CANO

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