Estanflación global

Carlos Gustavo Cano

Antes de que se hayan extinguido los estragos causados por la pandemia que acosa al mundo desde hace un par de años, la estanflación, esto es el fenómeno donde convergen simultáneamente una inflación alta y el estancamiento del aparato productivo, se está convirtiendo en el signo económico de la siguiente década, al menos en los países más prósperos del planeta.
PUBLICIDAD

En efecto, tras el colapso de la demanda y agudos cuellos de botella del lado de la oferta en 2020, el año anterior su ritmo de crecimiento superó el potencial de esas economías, generando un ostensible recalentamiento de las mismas.

Ahora se suman los efectos de la invasión de Ucrania por parte del régimen de Putin, el nuevo zar de Rusia, el segundo productor más importante de la tierra de los dos elementos que mueven su matriz energética, el petróleo y el gas, causando la más severa disrupción en el flujo de suministro del crudo desde la crisis provocada por la Organización de Países Exportadores de Petróleo, Opep en 1973, y colocando en vilo la estabilidad del continente europeo habida cuenta de su muy fuerte dependencia del segundo elemento, el gas, que proviene de allí.

He aquí el endemoniado dilema que enfrentan hoy los bancos centrales, cuya misión medular no sólo es el control de la inflación, sino así mismo el de la formación de las expectativas sobre la misma, que se hallan desancladas de las metas, ante lo que se esperaría, a la luz de políticas monetarias responsables, un sustancial reajuste de sus tasas de interés. Lo cual arrojaría, a su vez, efectos adicionales depresivos sobre el comportamiento de su producción interna bruta, y, por contera, sobre la generación de empleo.

Semejante choque de oferta, y por supuesto sobre los precios, igualmente afectará en no poca medida a Estados Unidos, donde el ingreso disponible de los hogares se verá notablemente castigado por representar el petróleo junto al gas un componente muy significativo de la canasta típica de los hogares norteamericanos, al igual que a sus sectores empresariales, siendo previsible en consecuencia un sensible recorte del gasto agregado de unos y otros.

A ello habría que añadirle el costo global del paquete de sanciones económicas contra Rusia, claro, en su mayor parte originadas en Europa y Norteamérica, pero que también, irremediablemente, terminaremos pagando en parte las economías emergentes.

Sin descartar la reacción de los rusos de recortar deliberadamente aún más su producción de hidrocarburos, buscando incrementos adicionales de sus precios que más que compensen la caída de sus volúmenes exportados, a la luz de su relativa inelasticidad.

Finalmente, por el lado fiscal la capacidad de respuesta de las naciones más avanzadas se halla severamente limitada, por no decir agotada, debido al monumental endeudamiento en que han tenido que incurrir desde la gran recesión 2007 – 2009, y, particularmente, a raíz del demoledor impacto económico de la pandemia.

En suma, se avecina otra dura prueba para la economía global, con propiedades geopolíticas y financieras altamente inciertas.

Carlos Gustavo Cano.

Comentarios