No todo está perdido

Carmen Inés Cruz Betancourt

Con tantas inquietudes surgidas por causa del Covid-19, que se sumaron a las muchas que traíamos de tiempo atrás, resulta difícil encontrar asuntos que nos animen, y en cambio es fácil caer en la reiteración de los múltiples problemas que nos causan sufrimiento.
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Pero el fin de año es un tiempo en que debemos hacer un esfuerzo especial para encontrar motivos que nos permitan fortalecer la expectativa de que no todo está perdido. Para mí, uno de ellos tiene que ver con el hecho de que, a pesar de los inmensos daños ocasionados a USA y al planeta por los dasafueros propiciados por Trump durante su mandato y en la reciente campaña presidencial, perdió la batalla. Sobre ello se ha dicho mucho y se seguirá diciendo, y alguien podría señalar que es un hecho lejano que no nos concierne, pero no es así, cuanto suceda en USA impacta al planeta entero de muy diversas maneras.

Y ¿qué cosas positivas dejó ese infortunado proceso? A mi juicio fue tanta la irritación que causó Trump a la ciudadanía, que logró reacciones impensables: la abstención se redujo hasta alcanzar un inédita votación por el demócrata Biden; los jueces aun cuando en mayoría republicanos fueron capaces de fallar en derecho las múltiples demandas que alegaban fraude electoral contrariando así la presión de Trump, y aún la Corte Suprema de Justicia supuestamente afecta a él, también fue capaz de fallar contrario a las expectativas de quien los consideró sus subalternos. Una mujer de padres inmigrantes llega a la vicepresidencia por primera vez en la historia de ese país y un hombre mayor de origen humilde, con relativo bajo perfil, logró vencer a un multimillonario arrogante y manipulador, que abusó de su condición de presidente y se creía invencible.

Muchas aristas deben analizarse para explicar el triunfo de Biden; para mí algo que tuvo una gran incidencia fue su capacidad para presentarse como una persona prudente, ecuánime, respetuosa, que supo mantener el control frente a las bravuconadas de su contendor. Ello posiblemente fortaleció su imagen de persona confiable, capaz de llevar al país por un camino más seguro y mitigar las graves confrontaciones y el divisionismo exacerbado por Trump.

Pudiera ser que esto sirva como mensaje para muchos políticos en otros escenarios donde la confrontación se hace con agravios, con radicalismo extremo, no solo de los protagonistas sino de la horda de áulicos que les rodean, quienes en conjunto, generan enorme crispación en el ambiente y potencian la agresividad y la violencia que contamina a la población.

¿No es acaso eso lo que vivimos en Colombia? donde, para comenzar, los mal llamados “padres de la patria” se insultan, mienten y maltratan mostrando total incapacidad para razonar en forma inteligente y controlar sus impulsos primarios?. Las triquiñuelas, las “jugaditas” y los exabruptos, son el acontecer de todo el tiempo en el Congreso y poco dejan a la imaginación de los maltratadores. Igual en otros escenarios donde los “dirigentes” replican esos comportamientos como parte de su estrategia para llegar al poder o retenerlo a toda costa.

Definitivamente no son conscientes de la responsabilidad ineludible que tienen de educar con su comportamiento, ni del profundo daño que causan; tampoco de que la gente se cansa de observar tanta arbitrariedad y desafuero y los pueden castigar en las urnas, como lo hicieron en USA. Es una lección que nos permite pensar que “no todo está perdido”.

Saludo a todos con la esperanza de que el 2021 nos compense del sufrimiento que nos trajo el año que termina y nos permita avanzar hacia el logro de la paz y justicia que necesitamos.

CARMEN INÉS CRUZ

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