Hablemos de Centralismo

Carmen Inés Cruz Betancourt

Cuando se habla de centralismo lo usual es hacer referencia al que se atribuye a Bogotá, al gobierno central y a los entes que allí operan.
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Y se dice que, en buena parte, aquellos actores manejan decisiones soportadas en la visión y estereotipos que se han formado desde esas alturas, y poco pesa cuanto sucede realmente en las regiones, que solo han visto en ocasionales visitas. Así, la incorrecta comprensión de los problemas de las regiones ha generado políticas y programas que poco aportan y, en cambio, han determinado costosos errores, despilfarro de recursos y subutilización del potencial diferenciado de ellas, además de que inducen pérdida de credibilidad y respeto al gobierno y las instituciones centrales. No obstante debemos reconocer que esa postura centralista también ha contagiado a los departamentos, a sus capitales y a los órganos que tienen allí su sede. Tal parece que no han entendido las ventajas de impulsar el desarrollo integral fortaleciendo las asociaciones de municipios, los diversos centros poblados y zonas rurales que lo integran, antes que concentrar obras y oportunidades en la capital o en unos pocos municipios. 

Promover emprendimientos productivos, programas de saneamiento básico, servicios públicos, vivienda, salud y educación de calidad, etc, principalmente en la capital, lejos de ser positivo es muy mal negocio, porque automáticamente jalona desplazamiento hacia la capital. Y ello explica, en parte, que 36 de los 47 municipios del departamento han perdido población, especialmente las zonas rurales, con la condición de que es la gente joven la que más emigra porque perciben que solo en la capital hay oportunidades.

En ese contexto, sin importar cuál sea el número de nuevos empleos que se creen, de viviendas que construyan y otros servicios que ofrezcan, siempre serán insuficientes porque más y más personas llegarán. En la capital, a su vez, muy pocos podrán satisfacer sus expectativas, muchos tendrán que acudir a actividades de “rebusque” y así seguirá creciendo el desempleo, la informalidad, y con ello, la pobreza, la desesperanza y la inseguridad. También el desplazamiento hacia Bogotá y otras capitales o al exterior, donde se estima que viven tantos tolimenses como los que aún residen en el Departamento.

En las circunstancias anotadas, la decisión responsable es reconocer las potencialidades e identidad diferenciadas del territorio y propiciar las oportunidades que aporten a su desarrollo, de tal modo que sus habitantes sientan que no necesitan escapar a la capital para lograr mejores condiciones de vida. Una primera medida en esa dirección es impulsar la construcción y mantenimiento de vías y la conectividad digital que les permita una comunicación eficiente, así como la posibilidad de crearse espacios de trabajo productivo que respondan a sus potencialidades y a las demandas del mercado. Todo ello, asegurando que se plantea con visión integral, con atención a los diversos eslabones que necesitan apoyo, tales como la asistencia técnica, el crédito en condiciones adecuadas, la comercialización de sus productos minimizando intermediación, la disponibilidad de servicios básicos y la promoción de una cultura de asociatividad, de trabajo en equipo, espíritu emprendedor, interés por la innovación y la diversificación, para competir y complementar la oferta de unas y otras zonas.

En suma, promover el desarrollo equilibrado e integral del entorno es la mejor fórmula para avanzar. Ello no resulta de modo espontáneo, debe ser una política firme y sostenida, sin que sea mediada por intereses partidistas y politiqueros. También debe ser concertada con la ciudadanía que conoce su potencial y preferencias y podrá asimilar recomendaciones calificadas sobre las mejores alternativas para sus condiciones específicas.

CARMEN INÉS CRUZ

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