Nuestro Congreso: ¿un gran zoológico?

Carmen Inés Cruz Betancourt

Como la mayoría de colombianos con sentido común y un mínimo de sensibilidad, yo también rechazo el maltrato a los animales y considero que debe haber sanciones severas a quienes los lastimen, además de acciones conducentes para que ese respeto sea una conducta arraigada en toda persona.
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Lo dicho no obsta para considerar improcedente la decisión de autorizar a los congresistas para que lleven sus mascotas de cuatro patas al recinto. Anuncio en el que el presidente del Senado, Roy Barreras aprovechó para exaltar la labor de la bancada animalista, en particular de la senadora, Andrea Padilla, y expresar con orgullo que: “… así, éste se convierte en el primer Congreso  amigable con los animales (pet friendly).

Veremos entonces el espectáculo de congresistas llevando sus perros y gatos al recinto, en competencia para ver cuál es el más gracioso; podremos contemplar docenas de perros ladrando en simultánea, junto con otros tantos gatos correteando por el recinto, donde se encontrarán con los ‘micos’ que circulan en busca de “mermelada”.

Por supuesto, aquella medida exige que se adecúen zonas de alimentación y espacios para que las mascotas hagan sus necesidades, ¿y por qué no un spa?, ¿contratarán funcionarios que los atiendan o será tarea de sus asesores de las UTL? En todo caso, tendremos a los dueños muy pendientes de ellos y distraídos de las tareas fundamentales para las cuales llegaron al Congreso.

Surgen algunas preguntas, en aras a la equidad, ¿también los funcionarios, guardaespaldas y vigilantes, podrán llevar sus mascotas?, ¿y si la mascota de alguno es un pececito, un pajarito, un loro, un conejo o un hámster, por qué las discriminan?

Podríamos anticipar además, que si fuese posible preguntar a tales mascotas si disfrutan su permanencia en el capitolio, su respuesta rotunda y contundente sería: no, porque ese no es un hábitat adecuado, por el contrario, puede ser un acto de maltrato animal mantenerlas allí. Así que los adoradores de sus mascotas, de las que no pueden prescindir mientras trabajan, por el estrés y ansiedad que les produce, deberían renunciar al Congreso y quedarse en casa o en los parques paseándolas; se equivocaron de oficio y también se equivocaron quienes eligieron personas cuya imaginación solo les da para promover medidas descabelladas. 

No queda duda, aún hay congresistas que no se han enterado de la deplorable imagen de esa institución. Necesitan leer con atención el artículo ‘Ojo al Congreso 2022’ de Mauricio Cabrera, publicado en Portafolio, en el que señala: “las encuestas muestran que el Congreso es la institución más desprestigiada del país, con un 77 % de opinión desfavorable y solo 16 % de favorabilidad. La única institución más desacreditada son los partidos políticos con un 81 % de imagen negativa, pero en el fondo son los mismos. No es gratuita esa imagen tan negativa. Los colombianos están mamados de sostener personajes que ganan en un mes lo que un obrero gana en tres años, y que solo trabajan 8 meses del año, además de pagarles teléfonos, camionetas, pasajes aéreos, y les dan otros $50 millones para pagar sus empleados particulares”.

  Tampoco han escuchado el llamado “trabajen vagos”, que los marchantes vociferan todo el tiempo. ¿Significa acaso qué les importa poco cuanto piensa y espera la ciudadanía y por ello dilapidan el tiempo y recursos del Estado, mientras la población padece enorme pobreza, violencia, angustia, miedo y desesperanza? Todo esto, con el perdón de quienes sí han entendido cuáles son las responsabilidades de los congresistas y cumplen con rigor. 

 

CARMEN INÉS CRUZ

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