Un soplo de aire fresco

Hoy, la siesta tiende a desaparecer por las condiciones de trabajo, las distancias y dificultades de movilidad, que han hecho que las personas dejen de almorzar en casa, especialmente en las ciudades grandes.

La siesta ha sido un hábito latinoamericano tomado de la influencia española y mediterránea. Aunque entre nosotros usualmente no es similar en extensión a la de los ibéricos, que puede prolongarse por varias horas, el descanso al mediodía sí es costumbre arraigada en nuestro ambiente calentano, al punto de que algunos se desestabilizan cuando no pueden dedicar un tiempo al reposo al mediodía.

En muchos países, la siesta se ha considerado como un hábito propio de viejos, niños y enfermos y lo interpretan como práctica propia de pueblos pobres y perezosos. Hoy, entre nosotros es también una costumbre que tiende a desaparecer por las condiciones de trabajo, las distancias y dificultades de movilidad, que han hecho que las personas dejen de almorzar en casa, especialmente en las ciudades grandes.


Pues bien, esos países que han criticado la costumbre de la siesta, parece que ahora comienzan a reconocer que un tiempo de descanso al mediodía aumenta la capacidad de trabajo, disminuye el estrés, devuelve el estado de alerta en las personas, promueve el aprendizaje, incrementa la creatividad y la productividad y llena el alma de un soplo de aire fresco.


Frente a este ‘descubrimiento’, los directivos de muchas empresas recomiendan, a cierto tipo de empleados, hacer un descanso más significativo al mediodía y no limitarse al tiempo de almuerzo para volver enseguida a su trabajo. Algunas multinacionales, como Google o Nike, ofrecen recetas para disfrutar de una buena siesta. Y, de la misma manera como cuentan con gimnasios y guarderías para sus empleados, han habilitado espacios en las compañías para el descanso del mediodía de algunos de sus funcionarios.


La llaman ‘siesta estratégica, planificada o energizante’ y consiste en descansar de 15 a 20 minutos en silla parecida a las del odontólogo, con una especie de casco de donde surge música suave o un ambiente marino. Pero, también, por US$30, el interesado puede comprar su propio casco amplio, que incluye una máscara, almohada y audífonos. Algunos spas, por una suma mensual pequeña, ofrecen a sus clientes el servicio de siesta relajante, de 20 minutos.


Los japoneses duermen en los trenes o en los hoteles burbuja; los gringos, no se convencen; en Europa, la siesta gana adeptos y hacen estudios sobre estos espacios de descanso y sus beneficios para aguzar la memoria y la concentración, estimular la creatividad y evitar riesgos para la salud. De este creciente interés han surgido programas de radio que les enseñan a las personas a tomar siestas cortas, recuperadoras y sin esfuerzos. Están disponibles, también, videos de entrenamiento con instrucciones y testimonios para quienes hoy quieren asumir un hábito que los latinoamericanos conocemos desde hace siglos.

Credito
LUZ ÁNGELA CASTAÑO GONZÁLEZ

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