La importancia de la libertad

Santiago José Castro Agudelo

Los chulos ya rondan los aires de la República. Esos pajarracos de aspecto sospechoso que solo aparecen cuando el animal ha muerto y esperan alimentarse de lo último que queda, dejando los huesos a la vista de todos como evidencia de una vida que ya no lo es más. Así se comportan muchos hoy en Colombia frente al Estado y sus recursos. No les importa la agonía, el sufrimiento, la falta de aire. Solo esperan el momento para tomárselo, alimentarse y dejar solo el esqueleto que otrora soportara un cuerpo lento pero vivo.

Así es, queridos lectores, la política colombiana. Así es porque lo hemos permitido y porque algunos han querido vendernos la idea del Estado como una especie de Robin Hood que debe robarle a los ricos para darle a los más pobres. Prometen educación, salud, vías, polideportivos, empleo; lo que se les ocurra, lo que la mayoría ingenua aplauda en su borrachera colectiva, sin pensar en el guayabo. El problema es que todo eso que prometen cuesta, cuesta mucho. ¿Quién lo paga? Los que trabajan, los que se esfuerzan.

Muchos hoy están esperando un gobierno que resuelva todo, que les garantice un mínimo de servicios y calorías para no morir de hambre. Ahí está el problema: se asume un conjunto de derechos básicos a modo de paciente en coma que vive gracias al esfuerzo de otros. Pues bien, esos otros se pueden cansar, se pueden agotar y llegará el día en que ya no produzcan más y el paciente fallezca.

Lo que corresponde es que cada uno se esfuerce por salir adelante. Ver al Estado como garante de seguridad, justicia e integridad territorial y pedirle que no se meta en todo y que nos deje vivir en paz. Que podamos escoger entre muchas alternativas lo que queremos en materia de salud, de educación, de vivienda, de recreación, entre otras tantas cosas. Es triste ver cómo unos pocos han logrado abonar el terreno para que florezcan en Colombia propuestas que conducen al abismo totalitario de un Estado que define a qué tenemos derecho y que premia la trampa, la pereza y la corrupción. Eso quieren algunos para Colombia. Eso quisieron para Venezuela, eso lograron en Cuba.

Hay que defender la libertad. Hay que defender la empresa y a los empresarios. Hay que valorar el esfuerzo individual y colectivo por innovar y emprender. Hay que reducir el Estado y promover una sociedad activa. Hay que promover que los ricos sean más ricos y los pobres menos pobres. Nunca destruir la riqueza. Ojalá en las próximas elecciones votemos por quienes prometan reducir la burocracia, suprimir trámites, bajar impuestos, ofrecer pagos directos a colegios públicos o privados donde queramos matricular a nuestros hijos para no tener que llevarlos a donde “haya cupo”. Ojalá tengamos presente la importancia de la libertad y no volvamos a permitir que llegue alguien a hacer “lo que me da la gana”.

Comentarios