Buena suerte

César Picón

Uno de cada 4 ibaguereños no tiene empleo. En los jóvenes (18 a 28 años) la situación es peor: el 38% está sin trabajo. Si bien el desempleo ha sido uno de los problemas estructurales de la ciudad, el Covid-19 lo disparó y rápidamente llegará a cifras aún más elevadas.
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El 35% de los empleos de Ibagué se generan en el comercio, restaurantes y hoteles, justo las actividades productivas más afectadas por la cuarentena y las que más restricciones van a tener para recuperarse. Se avecina una emergencia económica y social sin precedentes.

La ilusión que el fin del confinamiento reactivará la economía es solo eso: una vana ilusión. El índice de confianza del consumidor de Fedesarrollo está en -41%, el nivel más bajo de la historia. La gente redujo en gran medida la disposición a adquirir vehículos, bienes muebles y electrodomésticos. La disposición a adquirir vivienda cayó a -62%, algo que agrava la situación teniendo en cuenta que en Ibagué la construcción de proyectos residenciales aporta miles de empleos, si los proyectos no se venden pues no habrá que construir.

Con las empresas de la ciudad en crisis y muchas ad portas de cerrar, el Plan de Desarrollo debía priorizar acciones y recursos para dar electrochoques a la economía para moverla, la sola fuerza del mercado, como ya se dijo, no va a lograrlo. Sin embargo, en el Plan “Ibagué Vibra” aparece el sector “reactivando nuestra economía” con una asignación presupuestal de 10 mil millones para todo el cuatrienio, apenas el 0,4% del presupuesto total, ¿sin plata se puede reactivar la economía?, ¿las metas de asistencia técnica, campañas de sensibilización, actualización de políticas y diseño de estrategias, van a ayudar en ese propósito?

Para poner un paralelo, el Plan “Medellín Futuro” asigna el 5.6% del presupuesto al eje “Reactivación económica y valle del software” (14 veces más que lo destinado en Ibagué), destacando metas como la creación de 21 centros del valle del software, 100 plataformas de e-commerce implementadas y la financiación de más de 3 mil emprendimientos de base tecnológica.  En Bogotá, el Plan de Desarrollo contempla en su eje principal “Un nuevo contrato social”, invertir más del 11% de los 109 billones de presupuesto (27 veces más que Ibagué), en acciones de empleabilidad, apoyo al sector productivo, emprendimiento e ingreso básico.

Pero, ¿qué podría haber contemplado el Plan de nuestra ciudad? Garantizar un ingreso mínimo o renta básica para las familias pobres y vulnerables (Bogotá invertirá 1 billón en ello), le pegaría a dos objetivos: mitigar el hambre y estimular el consumo. El exsecretario de Hacienda, Juan Espinosa, propuso una política de créditos apalancada por Infibagué, con un año de gracia para empresarios formales e informales. Financiar programas educativos con subsidios de manutención para formar jóvenes desempleados en habilidades pertinentes en el marco de la revolución tecnológica.

Destinar recursos para ampliar subsidios para los servicios públicos, asistencia alimentaria y plazos generosos para el pago de impuestos municipales, eso ayudaría a darle caja a los hogares. La plata del empréstito debió destinarse a estas acciones.

La economía local se socavará en las narices de un Gobierno que no entendió el momento que le tocó, eso va a costar mucho sufrimiento.  El Plan simplemente da una palmadita en la espalda a la gente y las empresas, como queriendo decir “buena suerte”.

CÉSAR PICÓN

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