Abiertas las admisiones

César Picón

Los colegios abrieron inscripciones para el año entrante sin saber bajo qué condiciones prestarán el servicio. Al menos los papás no lo sabemos. ¿Habrá clases presenciales? ¿Aplicará la alternancia? ¿Los privados sí y los públicos no? ¿O viceversa? ¿Hasta cuándo va la virtualidad?
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Los esfuerzos por mejorar la cobertura y la calidad de la educación en nuestro país han sido cada vez mayores y sus resultados se han evidenciado en mejoras sustanciales en la calidad de vida y el crecimiento económico. Pero la pandemia parece habernos inmovilizado.

Seguir aplazando volver al colegio puede condenar el futuro de toda una generación. Los hijos de los más pobres (que no han podido estudiar porque no tienen computador y menos Internet), perderán quizá la única oportunidad que tienen para hacerle el quite a las trampas de la pobreza: educarse. Los niños campesinos llevarán la “peor parte del bulto”, con una conectividad de apenas el 26% y con la necesidad de ayudar en los quehaceres de la finca, ahora sí que es cierto que estarán menos preparados para competir por cupos en universidades públicas (que privilegian los mayores puntajes de las pruebas Saber 11), y mucho menos en el mercado laboral. A los más afortunados, quienes tienen acceso a un computador (62% de los estudiantes), los ha puesto tras una aburrida pantalla con menudas posibilidades de interacción y retroalimentación, además, les está dejando un tiempo libre que, sin una adecuada orientación, puede desencadenar en aumentos del embarazo en adolescentes, consumo de psicoactivos y afectaciones en la salud mental. Los colegios son entornos protectores.

A los niños pequeños (lo que más me preocupa) los dejó sin su principal fuente de aprendizaje: el juego. Sin amigos, ni profes, ni parques, ni lúdicas, ni deportes, se vuelve más difícil el desarrollo cognitivo y de habilidades sociales. Ni qué decir de la exposición al maltrato y abuso. Muchos viven en hacinamiento, en medio de violencia intrafamiliar y de precariedades económicas exacerbadas por la pandemia. Para muchos el jardín infantil y el colegio, son una especie de escapatoria a esa dura realidad.

Y qué decir de los papás, mejor, las mamás. Continuar ancladas a acompañar las clases virtuales o simplemente a cuidar de los pequeños, es un infortunio para los proyectos de vida de cada mujer. Si siguen forzadas a mantenerse en casa, muchas madres quedan en riesgo real de perder su participación en la vida laboral, social y económica.

La revista Nature publicó un informe basado en evidencia científica que indica que las infecciones por Covid no aumentaron cuando las escuelas y guarderías reabrieron en Estados Unidos, Italia, Reino Unido, Alemania y Australia. Además, afirma que los menores de 11 años son aún menos capaces de transmitir el virus; de ahí en adelante el riesgo aumenta, pero en esa edad ya se puede mitigar con las medidas de autocuidado.

Los niños, niñas y adolescentes son la población con menor riesgo de contagio y letalidad: el domingo iban 32.595 fallecidos por Covid en Colombia, de los cuales menos de 100 estaban en el rango de 0 a 19 años (menos del 0,3%).

Es posible que en el futuro nos cuestionemos lo idiotas que fuimos al permitir el menoscabo de lo que define el futuro de nuestros hijos: la educación. Que abran las admisiones. Sí. Pero también los colegios.

CESAR PICÓN

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