Porque leer no es rentable

Fuad Gonzalo Chacón

Los estándares internacionales nos lo repiten constantemente y nosotros insistimos en que no es con nosotros: Colombia es uno de los países de Latinoamérica con los estándares más bajos de libros leídos en promedio durante el año. Mientras otros países como Argentina, Uruguay y Chile manejan la valiente cifra de 5, en nuestro país el hábito solo se alimenta con dos ejemplares completos y un par de páginas de un tercero. Unos números vergonzosos que nos condenarán al atraso durante muchas generaciones en el futuro, pues ninguna nación en la historia global ha salido adelante mirando telenovelas.

Pero mal haríamos en culpar solo al lector de esta debacle literaria que arrastramos hace unos buenos años, pues la ausencia de una virtud también tiene otra serie de factores externos que le predisponen. Primero, es posible responsabilizar al elevado costo de las obras mismas, pues un libro nuevo en Colombia cuesta entre $40.000 y $50.000, lo que representaría casi el 8% de un salario mínimo. Porcentaje que compite en fuertes condiciones desiguales con otras obligaciones mensuales que no dan espera, como el mercado o el colegio de los niños.

Mientras en otros países cada libro maneja tres líneas diferentes (económica, media y de lujo), con tamaños y materiales distintos para cada gusto, en Colombia solo hay una clase que es asequible para algunos, pero no para el grueso de la población, quienes son curiosamente el público que más se quiere incentivar.

Esto atado a las fuertes y agresivas políticas monetarias de las editoriales con las librerías que les reducen su margen de ganancia y por ende de descuentos, condenándolas a cerrar para dar paso a un spa u otro local comercial donde se invierta menos y se capte más.

Rimbombantes ferias del libro con mucho marketing, pero lánguidos descuentos que se podrían conseguir con un carné de estudiante un día cualquiera, parcos empleados que no conocen de literatura y solo se limitan a buscar existencias en un monitor y una oferta monótona de títulos con premios Nobel imposibles de conseguir, pero con demasía en gurús de autoayuda que nos rebela un país con problemas de autoestima y la necesidad imperiosa de que alguien le diga que todo va a estar bien, son en general elementos que desmotivan a los pocos lectores que quedan y a los incluso menos que se vienen formando.

Tristemente, en Colombia la literatura se muere porque aquí leer no es rentable, ni para el que vende, ni para el que compra. No hay facilidades ni mucho menos motivación. Mientras Argentina, Uruguay y Chile cultivan ávidos lectores jóvenes que más adelante usarán esa habilidad vital en el mundo profesional, Colombia fabrica fieles televidentes que marquen rating en el prime time. Competir en esas condiciones con nuestros vecinos es posible, pero ganarles es simplemente inviable.

ObiterDictum: Con todos sus críticos, hay que reconocer que las 10.000 becas entregadas por el Gobierno, y cuyos beneficiarios se estrenarán estas semanas en las aulas universitarias, son una fortísima herramienta de democratización educativa.

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