Claro, Santos desesperado

Claro, porque se le caen con demasiada frecuencia las llamadas, eso dijo en Twitter. Pero es un afortunado el Presidente: no ha tenido que acercarse sumiso a los centros de servicio a rogar por una corrección de la factura, por un cambio de plan, por una reposición del equipo. Si no, claro, estaría iracundo.

Claro, porque se le caen con demasiada frecuencia las llamadas, eso dijo en Twitter. Pero es un afortunado el Presidente: no ha tenido que acercarse sumiso a los centros de servicio a rogar por una corrección de la factura, por un cambio de plan, por una reposición del equipo. Si no, claro, estaría iracundo.

Y goza de buena salud el Mandatario. ¿Cómo estaría si tuviera que ser atendido en el sistema de salud? Si acudiera a un hospital público donde no hay nada, ni siquiera voluntad. O a uno privado, donde la mora de las EPS terminó reduciendo las habilidades del gerente de salud a las de “lobista” de cobro, doctor en mendicidad de derechos, como cualquier exportador a Venezuela, limosneando el pago y lagarteándolo – con blancas y hasta con negras hechicerías-. 

La salud teniendo que dejar a un lado la innovación científica, el bienestar humano y otras preocupaciones que son propias de ese sector en cualquier país con genuino proyecto de futuro.

Y debía, por un día, volársele a la caravana de seguridad que despeja su paso por las avenidas desde esos tiempos remotos en que empezó a ser funcionario con escolta. Eso podría darle una nueva noción de lo que es “desesperante”. Un tráfico colapsado por absoluta falta de autoridad, caos en el transporte colectivo, Policía impávida frente al “busetero” atravesado que para donde quiere y el taxista que recoge sólo lo que va por la ruta a su casa.

Y eso que el Presidente no padece la moda de la mora como política de pago. Sí, eso de que las empresas pagan a 90 y 120 días las facturas a los contratistas. ¿Puede ser dinámica una economía donde los pagos al contado operan en plazos así? Y mientras, el IVA hay que pagarlo rigurosamente (le paguen o no al que factura). El “mamagallismo” en el pago se volvió política legítima pero en países serios es un grave estigma social.

Para no hablar de pobreza (tan calumniada como la culpable de todos nuestros males), ¿podría imaginarse entonces a un pudiente ciudadano, enfermo, montado en una ambulancia atascada en un trancón de esos inexplicables, buscando hospital donde lo desatiendan, sin poder llamar por celular y sin con qué pagar la cuenta porque los clientes no le pagan hace 90 días? Eso es desesperación ciudadana.

Credito
SAMUEL CHALELA

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