Con mucho entusiasmo se arrancó el proyecto con buen resultado de producción y generación de empleo.
Sin embargo, al conocerse los positivos resultados, empezaron a aparecer grupos al margen de la ley exigiendo pago de tributos por tonelada extraÃda. A pesar de probarse la bondad del proyecto y contar con el apoyo de la comunidad, no hubo poder que hiciera desistir a los ilegales de reclamar prebendas y fue tanta la presión que la empresa prefirió abandonar la zona y el proyecto.
Hoy, después de más de 15 años, la región sigue sumida en la pobreza con sólo las ruinas de la infraestructura y antigua sede de la empresa como recuerdo de lo que pudo haber sido y no fue. “Pagaron justos por pecadoresâ€, dicen los pobladores.
Las llamadas reivindicaciones del grupo ilegal terminaron en que todos resultaron perdedores: la comunidad, la empresa, y el grupo cuyo propósito polÃtico quedó reducido a una triste y simple extorsión con fines de lucro. “Justos por pecadores†es lo que igualmente se está viendo hoy en el Sur de Somalia, en donde el Programa Mundial de Alimentos no puede llegar a 2.2 millones de habitantes con necesidad desesperada de comida por una larga sequÃa. Lo triste no es la sequÃa como tal, sino que muchos medios afirman que un gran causante de la miseria es originada por el hombre.
Al-Shabab, un grupo de militantes Islámicos aliados con Al Qaeda, tiene el control de la zona y no permiten la entrada de suministros. Aparentemente “defender la causa†prevalece sobre la necesidad palpable y evidente de una población al borde de la inanición donde la mortalidad infantil llega a ser de seis al dÃa.
“Todo capital es perverso y explotadorâ€, dirÃan los revolucionarios de nuestro primer ejemplo, o “los costos inevitables del conflictoâ€, dirán los seguidores de Al-Shabab. Lo cierto es que en ambos casos pagan justos por pecadores y cuando es asà cualquier causa noble que se quiera argumentar pierde su razón de ser. No hay nada más inhumano que cuando se hace perder la dignidad de aquellos de los que se dice defender.
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