Pensar y opinar

En una conferencia de gestión empresarial escuché alguna vez, al excomandante de las Fuerzas Militares Freddy Padilla, explicar cómo tomaban decisiones en la institución bajo su cargo.

Comentaba que al interior del Comando existía un comité conformado por los jefes de las distintas fuerzas, donde se discutían las políticas y acciones por seguir en materia de orden público y defensa.

Las reglas de juego establecían que dentro del comité se aceptaba todo tipo de discusiones, disensiones y opiniones acerca del camino por seguir. Una vez se tomaba una decisión, afirmaba el General, todos la apoyan y deben contribuir a su buen resultado”. En todo esto existe una regla de oro”, decía, “si se culmina con resultado favorable nadie dice el “éxito es mío” y si sucede lo contrario ninguno de los miembros le podrá decir al otro “yo te lo advertí”.

Recordé esto esta semana, al ver la polvareda que levantó nuestro vicepresidente, Angelino Garzón, con sus posiciones encontradas frente al Gobierno, esta vez sobre el espinoso tema de cómo medir los índices de pobreza.

“El derecho a pensar u opinar es lo que más tenemos que defender en una democracia”, respondió el Vice ante el velado y diplomático llamado de atención de Santos a que las disensiones se deberían manejar al interior del Gobierno.

No sé si la definición de democracia es que uno debe opinar sobre todo lo que piensa o si, más bien, la democracia obliga a opinar cosas pensadas hacia el bien común dentro del respeto de las instituciones y personas que conforman esa democracia.

Además, ¿por qué tanto énfasis en nuestros derechos y libertades y no sobre nuestras responsabilidades y deberes? ¿No son estas dos últimas acciones el abono necesario para obtener las primeras? ¿No será la democracia menos ego y más comunidad; menos arrogancia y más humildad; menos posiciones de fuerza y poder y más unión hace la fuerza? Posición ingenua dirán algunos ante la avalancha de noticias de tragedia y corrupción que nos acechan. Esperanza que requiere de sacrificio, dirán los eternos optimistas.

Al final de la semana, nuestro Presidente y Vice limaron asperezas. ¿Triunfó la democracia? ¿Asistimos a un acto de oportunismo político? ¿Se comprometieron nuestros gobernantes a cumplir la regla de oro de no decir “el éxito es mío” y “yo te lo advertí”? Amanecerá y veremos.

Credito
CARLOS CHAVERRA

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