Pasar al tablero

Carlos Chaverra

Lo que más temía en mis épocas colegiales era que me pasaran al tablero. Aunque me consideraba un estudiante juicioso, me aterrorizaba quedar mal con mis compañeros o, peor aún, ser objeto de sus burlas. Este temor me lo llevé a la universidad. Allí la pasada al tablero era menos frecuente y adquiría la forma de presentación de ensayos o discusiones en grupo. Aunque ya tenía más criterio y mi grupo de amigos eran considerados los pilos del salón- lo cual me daba cierto aval ante los demás- me mortificaba esto de tener que rendir cuentas en público, que en últimas era lo que representaba las pasadas al tablero.

Prefería la evaluación “anónima” de los exámenes escritos donde podía evitarse aquello de exponerse a las presentaciones “en vivo”.

Llegada la vida profesional, ya no había opción de evitarse la pasada al tablero. Sobreviví los primeros años bajo la protección de la investigación, lo cual me eximía de grandes intervenciones y me concentraba en trabajos escritos bajo el anonimato del analista. Recuerdo aún mi primera presentación ante los “vices” de mi institución bancaria, que vino antecedida de noches en vela y varias incontrolables idas al baño previa la hora señalada.

Sin embargo, con el paso del tiempo fui entendiendo las bondades de pasar al tablero. Más que un examen en el que se pasa o se pierde, se constituía más bien en una oportunidad de aprendizaje y de construcción de ideas en acción. Entendí que no era posible tener todas las respuestas y que no se puede tener el control de todas las variables. Descubrí la bondad de la palabra “accountability” (rendir cuentas) y como ella no es una restricción para actuar, sino que más bien marca un campo en donde se puede competir con reglas de juego claras.

Descubrí también que al que más tiene más se le demanda y por tanto la pasada al tablero ya no es una exigencia de terceros, sino una responsabilidad no solo del cargo sino del individuo. También tiene su lado gris en donde no siempre priman los hechos, sino que juegan las mezquindades del poder. Finalmente, nadie está exento de pasar al tablero como lo que esta semana vivió nuestro hoy exministro de Defensa.

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