Contra la intolerancia y el machismo

La senadora Rendón debería disculparse públicamente con todas las mujeres de Colombia. Sus declaraciones casi que son una incitación a la violencia de género; rayan con lo apologético y el asunto no debería quedar en algo trivial. Qué tristeza que gracias a semejante esperpento verbal haya recibido tanta prensa.

En la Colombia de los últimos años se ha desatado un retroceso preocupante en materia de tolerancia. Cada día se producen expresiones que explican, de alguna manera, por qué a pesar de algunos avances, continúan siendo vergonzosamente altos nuestros índices de violencia, que tienen, en la violencia intrafamiliar, una gran proporción.

En la base de esa violencia existen dos antivalores: uno es la intolerancia y el otro, el machismo, con vínculos estrechos, que pertenecen a épocas históricas que ya deberíamos haber superado. Derivan de una forma arcaica de organización social, el tribalismo patriarcal, definido como aquel espacio social en donde sólo es posible la existencia de una verdad, un criterio y una forma de ser. En él, alguien, usualmente el más fuerte físicamente (el hombre), siente la obligación de imponer su pensamiento a los demás, que cree correcto. Dentro de esas estructuras tribales, el rasgo fundamental del líder es la fuerza, el grito, la imposición. Allí no existe espacio para el disenso o la diferencia y menos para la controversia.

A esas manifestaciones hay que salirles al paso. Es necesario combatir con vehemencia cualquier expresión machista, y la violencia de género lo es en grado superlativo como muestra de debilidad y ausencia de inteligencia.

En esto no se puede ser laxo, ni caer en relativismos, como en el que tristemente incurrió la senadora antioqueña Liliana Rendón, respecto a que si un hombre le pega a una mujer es porque ella lo ha provocado. En labios de cualquier persona dicha afirmación es inaceptable; en boca de una mujer, menos y, si se agrega que es Senadora, peor. Aceptar una afirmación de estas, apelando a la libertad de expresión o a la tolerancia misma, es una perversión que convierte a quien así actúa en cómplice. La tolerancia se ejerce con respecto a los valores y no con los antivalores.

La senadora Rendón debería disculparse públicamente con todas las mujeres de Colombia. Sus declaraciones casi que son una incitación a la violencia de género; rayan con lo apologético y el asunto no debería quedar en algo trivial. Qué tristeza que gracias a semejante esperpento verbal haya recibido tanta prensa.

El machismo es una vergüenza y un peligro. La equidad de género no es una moda, sino un avance en la construcción de una sociedad democrática. Cualquier actuación en contrario constituye una regresión. De allí a recortar los derechos de las mujeres sólo hay un paso. Esto es intolerable, es decir, inaceptable, inadmisible.

Credito
EL NUEVO DÍA

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