Familia e instituciones educativas

Tanto la familia como la escuela se sitúan en planos importantes y las buenas relaciones y trabajo mancomunado posibilitarán enfrentar los desafíos que presenta este mundo cambiante.

Inicia septiembre, mes del Amor y la Amistad, y con el todas las expresiones de afecto y respeto que deben ser motivadas desde la familia y la escuela como instituciones importantes que influyen de manera directa en la transformación de la sociedad, de las cuales parten los principios y valores necesarios para una sana convivencia, tan necesaria en este tiempo de crisis en el cual la tarea educativa y socializadora de ser padre o maestro se ha vuelto tan difícil, no sólo por los acelerados cambios tecnológicos, sino también por la misma evolución social e influencia de los medios de comunicación en un mundo de grandes contrastes.

Por simplicidad el hogar es el espacio donde se vive la vida familiar el cual debe permanecer envuelto en una atmósfera de amor, considerado el lugar insustituible, que permite configurar y desarrollar la individualidad y originalidad del ser humano, para formar hombres y mujeres completos que deberían llegar a la escuela únicamente para continuar la educación y adquirir los conocimientos propios de las ciencias.

Pero la realidad es otra, en la gran mayoría de casos las escuelas reciben los niños, niñas y jóvenes procedentes de familias lejos de ese ideal, lo cual obstaculiza la labor educativa, ya que algunos proceden de hogares disfuncionales cuyos patrones enfrentan las dos instituciones que necesariamente y bajo cualquier circunstancia tienen que aliarse para luchar por un mismo fin.

De otro lado los avances científico- tecnológicos han supuesto cambios muy rápidos no dando lugar a que el hombre pueda interiorizarlos y adaptarse a las nuevas exigencias que estas transformaciones van imponiendo al mundo de la cultura mucho más lento en su evolución.

La educación familiar se ve afectada, necesita un marco de referencia para guiar, orientar y educar a los hijos, por la confusión e inestabilidad que generan los cambios, creyendo entonces que la educación recibida no le sirve para educar a la generación actual, encontrándose a menudo padres y maestros impotentes de cara a la educación de sus hijos y discípulos.

Sin embargo, se encuentran muchos estudios que muestran que cuando los padres participan en todos los aspectos de la vida escolar, se incrementan los efectos positivos sobre el rendimiento de sus hijos, por lo que le corresponde a la escuela plantear proyectos donde se involucre toda la comunidad educativa y los padres participen masivamente a modo de ejercer un papel transformador efectivo. De igual manera, los viejos patrones educativos de la escuela no sirven para educar hoy, hacen difícil vivir el sentido comunitario que proclaman los documentos que la rodean y le exigen los nuevos valores democráticos.

En conclusión, tanto la familia como la escuela se sitúan en planos importantes y las buenas relaciones y trabajo mancomunado posibilitarán enfrentar los desafíos que presenta este mundo cambiante.

Credito
CÁNDIDA ROSA BARRIOS ORTEGA

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