Adicciones

No tengo amistad con la familia del expresidente Uribe pero ya que la caridad cristiana predica la asistencia al caído, me tomo la libertad de recomendar a doña Lina Moreno de Uribe (a quien admiro por sensata hasta que demuestre lo contrario) que antes de que sea demasiado tarde, debe conducir a su cónyuge al consultorio de un siquiatra.

Registrando las páginas de El Tiempo del sábado 26 de noviembre, me encuentro con una preocupante noticia: El  expresidente Uribe, llevado por su pasión americanista o su apostolado antiterrorista,  comunicó a los miembros de la oposición venezolana la necesidad de que en los días que antecedan al próximo encuentro  de Santos y Chávez que tendrá lugar en Caracas, deben producir un manifiesto expresando su descontento acerca de las  relaciones que parecen existir entre los dos mandatarios, finalizando su sugerencia con estos  términos: “Presidente Santos, estamos desencantados ¿cómo le da más peso a ochocientos millones de dólares o a cuatrocientos más que a los valores democráticos? Los valores democráticos no tienen precio” (la mención del vil metal concierne a “los reales” que los comerciantes y empresarios venezolanos deben a sus colegas colombianos y que Santos está rescatando con su nadadito de perro).

Yo creía que los seres más aguantadores éramos las mujeres. Rectifico: la imagen más conmovedora de tolerancia a toda prueba la tiene el pueblo colombiano (digo el pueblo, no los dirigentes, porque el primero asiste a este espectáculo que podría titularse “Uribe y el delirio sobre la sabana”, desde los taburetes de galería. El palco está reservado para los honorables,   los  transparentes y sobre todo los inmutables).


Una vez más Uribe se ajusta los zamarros. ¿Será que el hoy desposeído no conoce la trayectoria y el olfato político de Antonio Ledezma y Eduardo Fernández quienes a su lado presenciaban atónitos semejante resbalón? Como era de esperarse, Ramón Guillermo Aveledo, secretario ejecutivo de la MUD (Mesa de Unidad Democrática), se apresuró a responder: “Las opiniones del expresidente Uribe las escuchamos con el respeto que merece pero con el mismo respeto debemos decirle que apreciamos que su punto de vista tiene un fuerte sesgo de política interna colombiana que a nosotros no nos incumbe”. Es decir, lo dejaron “con los ojos claros y sin vista”.


Todavía no entiendo por qué un espécimen  fuera de riel como es el expresidente Uribe, acumuló durante sus tormentosos ocho años de gobierno, tanta influencia y aceptación. Debe ser que pulsó el resorte que nos lleva a cobijar al huérfano. Su rostro siempre en invierno, su sentadito que recuerda a las modosas matronas de antaño, su oratoria fluctuante  entre  la amenaza y el escarnio y la  mixtura de don Quijote y Sancho Panza de que hace gala en un país de oratoria maniquea y ejecutoria ambivalente,  lo llevaron a la cumbre.


Éste es un mundo de adicciones.  Hay ludópatas, mitómanos, alicorados permanentes. Sobran quienes deliran por la figuración social y quienes cambiarían el alma por un premio gordo de la lotería. Pero la morbosa adicción al poder del expresidente Uribe devela los pataleos de un niño malcriado. Para salirse con la suya no vacila en hacer, ante propios y extraños, un ‘streap tease’ sólo reservado a los cuerpos esculturales o a los seres provistos de talento y calidad humana a toda prueba.

Credito
GLORIA CEPEDA VARGAS

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