El Todopoderoso

Columnista Invitado

El Tolima no alcanza la segunda categoría debido a que, entre otras cosas, supera el límite de gastos de funcionamiento. El límite es del 60 por ciento.

Hace unas semanas advertí en esta misma columna sobre lo peligroso de la sobreconcentración del poder en manos del barretismo. 

Hoy los hechos hacen que esos temores tengan fundamento. 

Al gamonal de esa colectividad no le fue suficiente con obtener la Gobernación y la Alcaldía de la ciudad capital, tampoco tener Senador y Representante a la Cámara. Impuso a su más fiel escudera en el segundo cargo público más importante del Departamento como Jefe de la Autoridad Ambiental, lo que le garantiza oxígeno burocrático y presupuestal para perpetuarse. 

Pero eso no es todo, al mismo tiempo, la nueva directora de Cortolima, Olga Lucía Alfonso comanda la comisión de empalme de Andrés Fabián Hurtado en la Alcaldía de Ibagué, mientras se despide de la representación del Gobierno en el Consejo Superior de la Universidad Tolima y de la Secretaría de Planeación. 

El poder ciudadano, aunque en minorías, activó una máquina aplanadora, imparable. Un frankenstein que le hace un esguince a la democracia y al equilibrio en la participación política. 

Con seguridad Óscar Barreto y sus fuerzas pondrán a sus amigos en los organismos de control, lo que amenaza el derecho de los ciudadanos a que se indaguen las actuaciones que pudieron amenazar la transparencia en el manejo de los recursos del erario. Una veda a la realidad. 

Hay quienes ante este escenario apelan al argumento revanchista que naturaliza el que en el pasado se hayan ejecutado estas mismas prácticas. 

Hablan del Jaramillismo y su supremacía, lo que en ningún caso justifica que estas formas hegemónicas se legitimen como parte del quehacer político. 

La promesa de independencia, de ejercicio del liderazgo con autonomía, sin mediar intereses personales, sin nepotismo, ni clientelismo se desvanece con los primeros anuncios de nombramientos. 

Figuras repitentes y desgastadas que han trasegado sin pena, gloria, ni solidez ideológica por otros escenarios y que se reencauchan en estas administraciones. 

Comienza ahora el pago de favores y la puerta giratoria de contratistas de la Gobernación a la Alcaldía o de una secretaría a otra, pero al fin de cuentas, los mismos con las mismas. 

De los números que dejó el pasado proceso electoral habría que advertir que en el caso de la Alcaldía de Ibagué queda en entredicho la legitimidad de un gobernante elegido con 45 mil votos y el respaldo de al menos tres partidos, cuando los votos en blanco, nulos y no marcados suman 38 mil y el abstencionismo sobrepasa el 45%. La reflexión es la misma de cada cuatro años: Esta es la consecuencia natural de la mezquindad de una dirigencia política que prefirió en misión suicida mantenerse con sus candidatos antes que llegar a acuerdos de convergencia y de una ciudadanía apática que cede su derecho a elegir a las inmensas minorías, las de los amiguismos que persiguen ventaja personal. 

En todo caso la repartija apenas empieza y si la ambición del jefe del clan va más allá, que se cuide hasta el arzobispado porque la sede vacante de Monseñor Calle podría también atribuírsela como otra de sus conquistas. 

IBAGUÉ

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