“Ni un paso atrás... siempre adelante”

“La selección Colombia no puede jugar rápido, porque nuestro fútbol es lento”, dijo alguna vez Hernán Darío ‘el Bolillo Gómez’, como una interpretación del estilo que caracterizó a las selecciones nacionales de la era Maturana.

Y con esa lentitud física (no mental, porque El Pibe, aún estático, era una bala para poner a correr la pelota), Colombia logró históricas figuraciones, desde 1987 hasta 2001, cuando se ganó la Copa América.

Al comenzar la eliminatoria para Brasil 2014, todo presagiaba que nuestro fútbol volvería a ser el mismo de antes: lento. Personalmente creía en ‘el Bolillo’, como siempre creí en Maturana. Se presentó el lamentable incidente que dejó por fuera al paisa, y la Federación Colombiana de Fútbol nombró a Leonel Álvarez, uno de los más destacados jugadores de los últimos años y prometedor técnico.

A una determinación probablemente equivocada (la escogencia de Álvarez), siguió otra posiblemente apresurada (su destitución, luego de tres partidos). Pero se le cambió por un estratega de peso como José Pékerman, especializado en formar y dirigir equipos jóvenes.

De ahí para allá, la historia fue exitosa, hasta la clasificación de nuestro país al Mundial, luego de 16 años de frustraciones.

Lo más curioso y destacable del proceso eliminatorio fue el cambio de estilo. Con jugadores tan brillantes como los anteriores, que habían permitido diseñar una forma lenta de jugar, Colombia se volvió un equipo, si se quiere, rápido; dejó de jugar a los costados, y modificó su mentalidad, porque se despojó de posibles inseguridades y temores. Y el resultado fue brillante, comparable con aquel de 1994, en el cual se ganó la eliminatoria, con el recordado y a la vez fatídico 5-0, ante Argentina. Esto lo decimos, para que la euforia del momento no nos haga olvidar episodios también brillantes. Maturana y Bolillo merecen un lugar especial en la historia, porque lograron crear un estilo nuevo, con las herramientas y los conocimientos que tenían en su momento, y activar el mecanismo de la esperanza, de un país con especial vocación futbolística.

Cuando se ve jugar al equipo de Pékerman nos convencemos no que los antecesores estaban equivocados, sino que el argentino lideró una nueva etapa de nuestro fútbol, que dejaba atrás la del descubrimiento de Maturana y ‘el Bolillo’, a partir de unos insumos, de sus conocimientos y de su particular manejo.

Lo que se destaca en la cancha, que se convierte en novedad, es la mentalidad positiva de los jugadores, que parecen haber cambiado el viejo concepto de defenderse defendiéndose, por el de defenderse atacando.

Ejemplos: defensas como Yepes, Armero y Zúñiga se convierten en delanteros, lo que aumenta notablemente el volumen del ataque, porque a ellos se suman volantes como Aguilar, Guarín y, desde luego, James Rodríguez, que pisan el área contraria todo el tiempo, para reforzar a sus delanteros netos. Antes, sus colegas en las posiciones que ocupan llegaban hasta un sector de la cancha y de ahí no pasaban.

Esa es la Colombia que participa en el Mundial Brasil 2014, un equipo con los mejores talentos de nuestro fútbol, pero con un motor especial, que se mueve con el combustible de la alta autoestima y con el lubricante de la energía positiva.

Credito
ALBERTO GALVIS RAMÍREZ

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