El pueblo venezolano exige avanzar

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Así como los procesos de transformación social acarrean profundos traumatismos a las élites, también generan sinsabores a quienes los impulsan, que deben purgar el peso de sus errores, siempre posibles dada su condición humana, además de cargar con las incomprensiones de quienes los acompañan hacia el mismo puerto.

Conocida fue la feroz resistencia que sufrió la Revolución Socialista de Octubre en la Rusia de los zares y las cruentas batallas ideológicas y políticas que le sobrevinieron durante la etapa de consolidación. En mayor o menor grado, lo mismo ocurrió en China, Cuba, Chile y, en fin, en cuantos procesos más hayan merecido el nombre de revolución.

Las resistencias nada han tenido que ver con la forma de lucha empleada en el triunfo del proceso. La Unidad Popular en Chile triunfó a través de las urnas, al igual que la revolución Bolivariana de Venezuela, pero ello no fue, ni ha sido obstáculo para que las oligarquías de esos países les declararan la guerra a sus respectivos gobiernos. Allende solo pudo mantenerse en el poder cerca tres años y la Revolución Bolivariana, pese a 14 elecciones que se ha ganado, no ha descansado de los golpes, paros, manifestaciones fletadas y demás formas de resistencia oligárquica.

Refiriéndonos específicamente al caso venezolano, pese a lo feroces que han sido esas resistencias, mayores han sido las contra resistencias ofrecidas por el pueblo a los enemigos del proceso. Ello ha permitido que por 15 años se mantenga firme, no obstante, el fallecimiento de su líder natural, el presidente Hugo Rafael Chávez Frías.

Sin embargo, el pueblo no está conforme. El pueblo pide más; y tal vez por no ver más, o por no ver lo que particularmente quisieran algunos de sus dirigentes, también se presentan resistencias entre los amigos del proceso, e incluso disensiones tan lamentables como la del ministro Jorge Giordani, quien ha estado en sus intestinos desde que Chávez arribó al poder.

Pero lo que piden los venezolanos es lo que pediría cualquier pueblo que haya comprendido los alcances y propósitos del socialismo: Una política de Estado en que las determinaciones fundamentales sean suyas; una política económica que propicie el mayor desarrollo de las fuerzas productivas y dé total participación a los trabajadores en su dirección; una política agraria que recupere los latifundios, pero no para universalizar el minifundio, sino para generar grandes proyectos agrícolas que resuelvan el problema de la soberanía alimentaria; una política internacional soberana y que nacionalice el comercio exterior. Todo esto significa restarle poder político y económico a la oligarquía para entregarlo al pueblo, único generador de riqueza y capaz de satisfacer las necesidades sociales.

Credito
El Nuevo Día

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