Las cuestionables certezas

Columnista Invitado

Hace un par de semanas Mario Vargas Llosa, en su acostumbrada columna de El País de España, reseñó un libro de Pierre Bonccenne titulado “El Paraguas de Simon Leys”.

Nos cuenta el nobel peruano que ese autor belga se atrevió en los años 60 a cuestionar las bondades de la Revolución Cultural china, llevándole la contraria al establecimiento intelectual francés de la época, encabezado por Sartre, Simone de Beauvoir o Michel Foucault, quienes se declararon abiertamente partidarios de la misma.

Se trata sin duda de un tema apasionante e infortunadamente más común en nuestra sociedad de lo que imaginamos. Por alguna razón se desarrollan “verdades sabidas”, que surgen de una posición ideológica o simplemente de prejuicios aceptados, y que, al ser repetidas constantemente se vuelven verdades de a puño, incuestionables, una especie de sentido común.

El número de opiniones que la repiten, todas ellas sin llevar a cabo una debida investigación, sin consultar diferentes fuentes o con diversas perspectivas, incurriendo en graves sesgos de selección en la información que consultan, hacen cada vez más difícil que quienes sostengan las opiniones contrarias a aquellas que se vuelven comúnmente aceptadas sean escuchados.

Podríamos encontrar numerosos ejemplos de columnas de opinión que repiten estas verdades y las ratifican incurriendo en dichos errores. Cualquier ejemplo o fuente que sirva para confirmar un juicio anterior es un argumento adicional para ratificar esa controvertible sabiduría convencional que echa raíces con el paso del tiempo.

Como en cualquier “estado de opinión”, los debates parten de esas cuestionables certezas y conducen a cambios que pueden ser en últimas no deseados. Solo un repaso de los temas que generan discusión actualmente y sus respectivas hipótesis comprobadas, desde la alcaldía de Petro (todo es malo) hasta el proceso de paz (se está entregando al país), demuestran cómo es casi imposible la tarea de matizar y de tratar de entender fenómenos, procesos y retos que son por naturaleza complejos.

El caso de la institucionalidad cafetera es otro ejemplo. Por alguna razón muchos formadores de opinión consideran que el gremio cafetero, a diferencia de otros gremios agrícolas e industriales a quienes no les endilgan el mal momento que viven sus sectores por razones fuera de su control, es en buena medida responsable de las dificultades del sector.

Cuestionan al gerente sin analizar sus ejecutorias, a la política sin entender sus objetivos, se rehusan a creer que se han presentado cambios en los últimos 30 años sin conocerlos y a que existe disposición a seguir evolucionando manteniendo una posición firme de defensa de los productores.

Incluso, quienes pertenecen a sectores cuestionados por las autoridades de competencia en el país, se atreven a presentar diagnósticos, por lo menos curiosos, recomendando al sector cafetero adaptarse a las leyes del libre mercado.

En estas y otras áreas es sin duda imprescindible un debate más profundo. Vivimos en un mundo complejo, en un país complejo, en una sociedad cuyas expectativas de desarrollo, de distribución del ingreso y de progreso es necesario atender.

Las soluciones no son obvias, y mucho menos su implementación. Los debates deben ser constructivos, es decir que permitan seguir construyendo sobre lo que tenemos, sin negarnos al cambio, pero también sin simplificaciones que puedan conducir a retroceder en lugar de avanzar.

* Gerente de comunicaciones y Mercadeo de la Federación Nacional de Cafeteros

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