La censura se viste de vinotinto y oro

Columnista Invitado

El máximo accionista de Deportes Tolima, Gabriel Camargo, censura y miente sin sonrojarse. Su capricho autoritario cuenta con la complicidad, el miedo o la reverencia de las autoridades públicas para hacer el trabajo sucio. Está claro que su club adora los aplausos pero no las críticas. Administrar un equipo de fútbol y una granja avícola tiene algunas diferencias. La granja tiene controles sanitarios. El equipo de fútbol no; pero al ser de figuración pública, tiene que acatar mínimos democráticos, entre ellos: la prohibición de censura.

El subcampeón de la liga profesional de fútbol de Colombia, el Deportes Tolima, convocó el jueves pasado una rueda de prensa para presentar al cuerpo técnico que comandará el equipo y los nuevos jugadores fichados para la temporada que se avecina. En el lugar, dos policías sacaron cual delincuente al periodista Alejandro Rodríguez del portal Rincón del Vinotinto. La instrucción la dio Camargo. La excusa que ofreció es que -para Camargo- Rodríguez no es periodista. La razón verdadera es que Rodríguez ha hecho publicaciones críticas al club y Camargo no tolera la crítica, y demostró que es capaz de todo para que no sean publicadas.

No es la primera vez que en la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip) recibimos denuncias sobre censura por las directivas del Deportes Tolima, pero sí es la más grave por varias razones.

Valerse de las autoridades públicas para ejecutar acciones contrarias a la Constitución puede constituir un delito. En este caso los policiales que expulsaron al periodista tendrán que entrar a justificar sus acciones y asumirán las responsabilidades en caso de que hayan actuado por fuera de su mandato de proteger las garantías civiles, entre ellas, la libertad de prensa. Desde la Flip haremos veeduría para que esta investigación se adelante.

No entraré a detallar porqué el Deportes Tolima es una entidad que debe estar abierta al escrutinio público. Creo que es obvio: el utilizar recursos públicos (como el estadio), recaudar dinero de boletería (a los ciudadanos) y el ser un centro de atención noticioso (por sus logros deportivos) me parecen razones suficientes. Lo que sí quiero dejar claro es que todo actor que entra voluntariamente en el foco de la opinión pública tiene obligaciones democráticas, ser tolerante a la crítica puede ser la más importante de ellas.

Cumplo con recordar al señor Camargo que en Colombia no hay registro de periodistas ni de medios, y que la Corte Constitucional desde finales de los 90 estipuló que no hay autoridad pública o privada que pueda exigir a un periodista una acreditación para hacer su trabajo. Estas razones ponen su excusa de que “Rodríguez no es periodista” en el plano de la inutilidad, el dedo que no puede opacar el Sol que lo alumbra como el censurador de este episodio.

Lamento que la gerente de mercadeo del Deportes Tolima, Patricia Hernández, no haya atendido a los múltiples llamados que le hicimos desde la Flip. Tampoco la culpo: debe ser difícil salir a dar explicaciones sobre acciones tan arbitrarias. El silencio, en todo caso, también ilustra la ausencia de buenas razones del club para haber hecho lo que hizo.

Señor Camargo, con el respeto que se merece, quisiera invitarlo a dos reflexiones finales. La primera tiene que ver con el hecho de que casi todos los periodistas se hayan retirado del recinto como gesto de solidaridad. ¿Qué significa esto para usted y el club que dirige? ¿La situación no amerita un ofrecimiento de excusas públicas a la prensa? El ejercicio del poder pocas veces nota que la dignidad también puede expresarse y que los periodistas, al estar unidos, pueden generar costos elevadísimos a quien actúa de manera arbitraria, como es su caso.

En segundo lugar: usted no, pero las autoridades públicas sí tienen obligaciones principales para garantizar la libertad de prensa. Dudo que un alcalde o un gobernador puedan sostener alianzas con actores que son señalados de vulnerar el ejercicio de derechos humanos. La libertad de prensa es uno de ellos, no lo olvide. Los costos de la censura pueden ser altísimos y por fortuna Colombia es un país donde los periodistas cuentan con instancias de respaldo. Si no me cree, pregúntele a doña Leonor.

Lo invito a ser tolerante a la crítica, responder a ellas antes de asfixiarlas, a aprender y mejorar a partir de quienes lo criticamos. Si no puede, considere cambiar de negocio, pero no vuelva a forzar el silencio, no le queda bien a su edad y opaca su trayectoria. El ejercicio de nuestros derechos es más importante que su poder.

Director Ejecutivo, Fundación para la Libertad de Prensa

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