La responsabilidad política

José Filadelfo Monroy Carrillo

Partimos de la premisa de que en Colombia no hay responsabilidad política, ni de las organizaciones políticas (partidos y movimientos) ni de los líderes y dirigentes actuales. Simplemente nadie responde por la corrupción administrativa, ni por el incumplimiento a los electores, ni por los pésimos resultados de la gestión de gobernadores y alcaldes.

En otros países, la Responsabilidad Política, además de estar consagrada en el ordenamiento legal, es una cuestión de honor para el partido y para el gobernante que comete actos inmorales, ilícitos e ilegales como los de corrupción.

Recordamos el famoso Watergate, ocurrido en Washington en 1972, que obligó a la dimisión del presidente demócrata Richard Nixon. Recientemente la renuncia del primer ministro británico David Cameron en 2016 ante el triunfo del No que decidió la salida de Inglaterra de la Unión Europea (Brexit), contrariando la posición del Gobierno por el Sí.

Son dos claros ejemplos de verdadera Democracia con Responsabilidad Política de sus principales actores.

En nuestro país el más cercano hecho de Responsabilidad Política lo está protagonizando el exvicepresidente’ Vargas Lleras, quien luego de haber co-gobernado por siete años, renunció para aspirar a la Presidencia, asumiendo la postura del mal socio que quiere ir en las ganancias, pero no en las pérdidas, y mostrándose totalmente ajeno a la debacle del gobierno del presidente Santos. Salió campante, como si nada, a despotricar de la Administración, en la que no solamente fue el Vice, sino actor de primer orden y en algunos casos ejerciendo mayor poder y presencia que el mismo Presidente.

En Ibagué, para no ir tan lejos, un partido ha regido sus destinos durante estos 20 años. En campaña sus directivos y líderes pasean al candidato por las veredas y los barrios, ponderándolo como el más inteligente, el más probo y el mejor preparado, y lo hacen elegir. Luego, ante el fracaso de la gestión gubernamental, y frente a los escandalosos actos de corrupción, se lavan las manos como Pilatos y repudian al exalcalde fracasado.

En algunos municipios del Tolima sucede el mismo fenómeno, que es expresión de demagogia y politiquería; prueba de una realidad antidemocrática. En la siguiente elección, el partido que dio aval al gobernante vuelve a presentar candidato y echa exclusivamente la culpa al exalcalde o al exgobernador; e ilusiona de nuevo al pueblo con uno de los suyos.

Ha llegado la hora de que el ciudadano elector exija responsabilidad al partido o al movimiento que avaló al último gobernante, y que aplique el voto sanción en las venideras elecciones.

Igual actitud deberíamos adoptar frente a los candidatos al Congreso que están en ejercicio y que vuelven a presentar sus nombres para los comicios de 2018, habiendo incumplido sus promesas, faltado a su palabra y engañado a sus electores.

Comentarios