Demócratas de icopor

Columnista Invitado

El grupo se cuidaba mucho al momento de vender la droga, que era pedida con claves a través de llamadas o mensajes. La marihuana y la cocaína la llevaban en motos a los clientes.

11’674.951 votamos en agosto para aprobar la denominada Consulta Anticorrupción, una iniciativa ciudadana que pretendía obligar al Congreso a legislar para reducir el cerco contra los ladrones de cuello blanco. En su momento, quienes promovieron la abstención, argumentaron que las leyes vigentes tenían los suficientes instrumentos para castigar y prevenir actos de corrupción. Incluso, algunos mencionaron como argumento que la lucha contra este fenómeno debería ser principalmente educativa y no normativa, un raciocinio más alpino que andino.

A pesar de ello, a día de hoy están hundidas las siguientes propuestas de la Consulta –lo que prueba la candidez de dichos argumentos-: congelar el salario de los altos funcionarios, incluidos los congresistas, limitar los períodos de las corporaciones públicas, discusión de presupuesto en audiencias públicas y desde ayer, el eliminar la casa por cárcel para funcionarios corruptos. Falsos conciliadores del Centro Democrático, olvidos y dilaciones incomprensibles en envíos de correos, así como displicencia y poca rigurosidad para adelantar un trámite rutinario y común en el quehacer cotidiano de las legislaturas.

Mil veces nos advirtieron que la agenda anticorrupción no era prioridad para los congresistas, mil veces nos dieron argumentos sensatos para convencernos de que si dejábamos en manos de los senadores y representantes la decisión de legislar para castigar a los corruptos nos iban a fallar. Muchas veces se alzaron voces legítimas que reivindicaron el poder ciudadano, representado en el voto popular en la Consulta, como el único contrapeso a las mafias del Congreso. Más de una vez nos imploraron votar por la Anticorrupción demostrando que ya ocho veces, no una ni dos, los congresistas habían hundido las reformas propuestas. En agosto solo faltaron 400 mil votos para lograrlo. Luego el mensaje de urgencia prometido por Duque nunca se dio.

Por eso, hoy más que nunca –y en este país eso es mucho decir- nos merecemos las cosas por las que votamos o dejamos de votar. Reivindicamos y exigimos democracia pero no votamos, somos demócratas de icopor. Nos merecemos toda la desgracia política que nos caiga encima. No es que nos crean pendejos, estoy por creer que lo somos.

santiagogomezmejia@gmail.com

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