Con el agua al cuello.

Columnista Invitado

Existe una célebre frase de Winston Churchill la cual dice que “Una nación que intente prosperar a base de impuestos es como un hombre con los pies en un cubo tratando de levantarse tirando del asa”

El día viernes, el Concejo de Ibagué luego de un agitado debate finalmente aprobó casi por unanimidad el proyecto planteado por la Alcaldía de Ibagué por medio del cual se limitó el incremento del impuesto predial para el año 2019, en donde dictaminan una serie de incrementos en escalas que van desde el 15% hasta el 50%.

Paradójicamente, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) publicó el último informe sobre el desempleo correspondiente al mes de agosto, en donde la tasa de desempleo en la ciudad de Ibagué crece en 0,4%, pasando de un 12,8% a un 13,2% para el mismo periodo en el año anterior. A esto se le suma el hecho que para el mismo mes la cantidad de inmuebles desocupados aumentó en un 21,61%, y no está de más observar que ya es recurrente la una gran cantidad de avisos de “Se Vende” o “Se Arrienda” en la ciudad.

Todo lo anterior hace entrever un panorama muy preocupante para la economía de la ciudad de Ibagué. Por un lado, cabe recalcar que el ingreso per cápita en Ibagué es significativamente bajo comparado con otras ciudades de igual tamaño y casi un 30,22% inferior al promedio nacional; así que finalmente un incremento en el impuesto predial tendrá un efecto negativo en el consumo y por ende en la dinámica económica de la ciudad. Por otra parte, para el caso de las empresas la situación es igualmente crítica ya que de por si crear empresa en Ibagué es todo un desafío. Un aumento en el impuesto predial probablemente dará como resultado que varios emprendedores y empresarios deban considerar un número menor o nulo de inversiones, generando una menor creación de empleo o incluso cierres y despidos, dando lugar a que la ciudad se estanque en términos económicos. Y ni qué hablar de la tasa de informalidad, pues seguramente el “efecto predial” dará como resultado un aumento de dicha tasa que actualmente se encuentra en el 56% en Ibagué.

Valdría la pena preguntar si era oportuno un incremento de tal magnitud, máxime cuando el país vive un momento económico delicado en donde aún no nos recuperamos del coletazo de la reforma tributaria. Valdría la pena preguntarnos por qué los ibaguereños tendremos que pagar de nuevo unas obras que la corrupción nos arrebató. Valdría la pena preguntarnos por qué no se evaluaron otras alternativas de financiación, como por ejemplo la de incluir inversores vía Alianzas Público-Privadas. Valdría la pena preguntarnos si será justo que Ibagué vaya a tener tarifas incluso más caras que Bogotá.

Debemos hacer un llamado a la reflexión a nuestros representantes, pues son ustedes quienes deben velar por el beneficio común de los ciudadanos. Deben entender que si queremos lograr la ciudad que todos soñamos, se deben tomar más medidas que generen bienestar y menos medidas contractivas, buscando el desarrollo de la ciudadanía y el del empresariado, no castigándolos. Ibagué tiene el agua al cuello, no terminemos ahogándola.

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