Ibagué con todo el corazón, roto

Columnista Invitado

Los abuelos nos enseñaron que no se deben tomar decisiones cuando se tiene la cabeza caliente, si estamos confundidos por el odio o el rencor, pero esas enseñanzas las olvidamos en las pasadas elecciones en las que elegimos al Alcalde y los concejales de Ibagué; el pueblo enardecido, con la cabeza caliente, confundidos y llenos de dolor por el descarado robo al que fue sometida la ciudad y la destrucción de los únicos escenarios deportivos, nos llevaron a elegir en contra de todo lo que significaría la continuidad de la destrucción y del saqueo.

Pensamos que el dolor sería curado en las manos de un sanador que nos cautivó con tono de sabor a venganza, expresión de repudio contra todo aquel que hubiese causado maltrato a los nobles y sumisos ibaguereños.

Tantas razones tenían los abuelos, tanta verdad en sus palabras que no valoramos. Hoy Ibagué, está con todo el corazón roto, se ve en un camino que repite las historias iluminadas por alumbrados navideños sin resolver su legalidad, bajo el déspota sometimiento de funcionarios foráneos que escasamente conocían a Ibagué en los mapas del país y hoy sin el más mínimo amor por esta tierra dictan e imparten decretos como látigos que castigan a los comerciantes, habitantes pobres o ricos, deportistas, amas de casa, hijos de esta tierra que parecieran estar acostumbrados en estas últimas cuatro décadas a ver y sentir que no hay nada que hacer, que son los “doctores”, los políticos, “los duros” quienes tienen el poder y solo debemos esperar que pase el cuatrienio de turno y llegue un nuevo salvador que sí nos haga el milagrito y nos sane el corazón.

Con una habilidad casi tan especial como la de un cirujano, hoy la ciudad fue dividida en quienes con uno que otro favor le prenden una vela al santo del Corazón y en la otra orilla están los golpeados ibaguereños que tienen que salir a buscar un préstamo para poder pagar los valores exponenciales y exagerados del predial, o tienen que cerrar las tiendas, cafeterías, restaurantes y demás por no tener cómo pagar el arriendo del espacio público que es de todos, pero que solo los legales deben pagar, ya que los informales o los que no cumplen con la normatividad para ellos pareciera que sí está disponible y sin restricción el corazón.

Tal vez tengamos el corazón roto, pero aun respiramos, sentimos, vibramos, estamos vivos y tenemos que dejar de lado el odio y la división en la que nos han querido encasillar, que ricos o pobres, que peinados o despeinados, que oscuros o claros, que manos negras o manos blancas, que rojos o azules, derechos o izquierdos, y mejor abramos los ojos y entre todos reconstruyamos el corazón de nuestra ciudad.

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