Pensando el Tolima

Santiago José Castro Agudelo

Esta semana tuve ocasión de visitar la ciudad de Honda, la bella e histórica ‘Ciudad de los puentes’, a la que tanto le debemos todos los colombianos. Sentí nostalgia recorriendo el Museo del río Magdalena, pero a la vez mucha emoción al sentir la pasión con la que la guía nos invitaba a recorrer el río, a subirnos al baro y a recordar lo que fue la navegación por esta arteria de la nación colombiana. Recorrimos el centro histórico con Tiberio, el amigo de todos y un enamorado de la historia de su ciudad. En la noche tuvimos un conjunto de reuniones con el equipo de Coreducación, institución con la que hemos renovado nuestro compromiso desde la Universidad La Gran Colombia y con la que firmamos por primera vez un convenio en el año 1997.

En la mañana recorrimos algunos cultivos de Albahaca y fuimos testigos de las ganas que tienen los emprendedores del Tolima, pero a la vez de los obstáculos y regulaciones excesivas que tienen que enfrentar. En menos de tres hectáreas se generan 38 empleos directos y toda su producción tiene un mercado asegurado en los Estados Unidos. “Todo con la cédula”, nos decían. No hubo capital inicial sino muchas ganas y un sistema financiero que les dio la mano. Me pregunto desde entonces, ¿qué sería del Tolima si el sector privado tuviera más y mejores garantías y si la política se metiera menos en todo lo que tratamos de hacer? ¿Qué sería del Tolima si la sociedad rechazara a esos que financian campañas políticas y luego exigen contratos amañados, acogiendo más bien a los emprendedores que sin color político generan empleo y desarrollo?

El viernes compartí con mis estudiantes de Historia algunas anotaciones al texto “Por qué fracasan los países” de Robinson y Acemoglu. Los obstáculos para generación de riqueza no los genera la geografía, no los genera la cultura y es claro que muchos sabemos lo que hay que hacer para desarrollar la economía. El problema está en el conjunto de instituciones políticas excluyentes y exclusivas que imperan en Colombia y por supuesto llegan a su punto máximo en el Tolima. Mientras los ciudadanos tengan miedo de expresarse libremente, los empresarios desconfíen de la clase política pero se vean obligados a aceptar sus demandas para evitar contratiempos, mientras los jóvenes se formen en un escenario donde lo mejor es buscar trabajo en el gobierno y se nieguen a asumir los riesgos que implica crear empresa; seguirá siendo oscuro el panorama.

Sin embargo, somos muchos, muchísimos, los que hemos tomado la decisión de arriesgarlo todo si es necesario con tal de buscar otro rumbo. Tenemos que ser más frente a aquellos que defienden a capa y espada el sistema clientelista y de amiguismos que tanto daño le sigue haciendo a Colombia. El primer paso es pensar, pensar seriamente y en el caso de quienes decidimos quedarnos aquí: Pensar el Tolima.

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