¡Se vale vivir!

Columnista Invitado

El Tolima está de luto. El creciente incremento del número de personas que ha muerto por suicidio ha prendido las alarmas. Duele la soledad de las familias sobrevivientes, duelen las personas que sufren y no encuentran solución a sus problemas, duele decir adiós a quien se ama.

La desesperanza es quizá el indicador más preciso para predecir un suicidio, independientemente de su causa. Si bien el mayor porcentaje de suicidios ocurre en personas con trastornos depresivos y trastorno afectivo bipolar, también quienes padecen esquizofrenia, trastorno por consumo de sustancias psicoactivas y trastorno límite de personalidad se asocian con frecuencia al suicidio. Teniendo en cuenta esta relación suicidio/enfermedad mental, es indispensable reconocer la enfermedad mental, detectarla, diagnosticarla y tratarla de manera adecuada.

Sin embargo, en un porcentaje cada vez mayor y a expensas de la población juvenil se presentan suicidios impulsivos sin que se padezca una enfermedad mental. Esto preocupa aún más, dado que se dificulta prevenir estas situaciones.

Los altibajos de la vida resultan inevitables; de ahí que es importante reconocer la vulnerabilidad, la evidente fragilidad humana y que, a pesar de esto, la vida está ahí dispuesta para ser recorrida, encaminada en la dirección que se desee. La tarea individual es construir una vida valiosa para cada uno. No estamos aquí para satisfacer esquemas, sino para vivir una vida que valga la pena ser vivida.

Cuando se encuentra a alguien que habla de no querer vivir más es necesario escucharlo atentamente, sin juzgarlo, comprendiendo que solo esa persona sabe lo que está sintiendo y viviendo, recordar que cada uno está luchando y hace lo mejor que puede. A la vez, alentarlo a buscar una nueva perspectiva. Y si lo que ha hecho hasta el momento no ha funcionado, puede ser hora de hacer algo distinto acompañarlo, proporcionarle ayuda para mejorar su estado actual, direccionarlo a que encuentre ayuda profesional, y recordarle que es querido y que no es culpable de su sentir.

Como comunidad tolimense se puede marcar la diferencia, mediante el compromiso real de amar más y mejor a los demás, construyendo una sociedad que sepa escuchar al otro, que comprenda y acepte las diferencias. Constituirnos en un grupo humano en el que dar y recibir afecto no sea un privilegio de unos pocos; una sociedad amable que observa y no juzga, y capaz de ayudar y generar propuestas para la resolución de problemas.

Comentarios